Opinión

De la dependencia de Rusia a la de Estados Unidos

Los gobiernos más decididamente atlantistas criticaron en su día la que consideraba excesiva dependencia de Europa, sobre todo Alemania, del gas barato ruso, pues facilitaba las ocasiones de chantaje por parte del Kremlin.

E hicieron todo lo posible por ponerle fin, incluso con el todavía no del todo aclarado sabotaje de los gasoductos Nord Stream del Báltico, terrorismo medioambiental atribuido por el periodista Seymour Hersh a los Estados Unidos de Joe Biden.

Pero con la llegada del errático Donald Trump a la Casa Blanca y su amenaza de volverle la espalda a Europa, algo, sin embargo, poco probable, algunos de nuestros gobiernos temen una dependencia de signo distinto.

Y se preguntan si es seguro seguir confiando en costosísimos programas de producción de armamento como el del caza estadounidense F-35, que fabrica la Lockheed Martin.

Si algunos gobiernos europeos han aceptado colaborar con ese programa es porque, como ocurre, por ejemplo, en Alemania, ciertas partes del avión, como el fuselaje, los fabrica la empresa germana Rheinmetall.

Tal dependencia no presentaba ningún problema mientras existió coincidencia entre los intereses europeos y los de Washington.

Pero ahora Trump amenaza, por ejemplo, con hacerse con la isla de Groenlandia, territorio autónomo perteneciente a Dinamarca, país aliado de EE UU.

E insiste en que los europeos deben invertir mucho más en defensa mientras los amenaza con retirarles su escudo si no lo hacen.

De ahí que no sólo la Ucrania de Volodímir Zelenski sino también otros gobiernos europeos parezcan apostar por desarrollar una industria armamentística nacional que evite eventuales presiones de Washington.

Incluso atlantistas convencidos como el diputado cristianodemócrata alemán Frederick Kiesewetter, al que se invitaba a todo tipo de debates en televisión para atacar a Rusia, o el ex jefe de Airbus Tom Enders, hablan últimamente de abandonar el proyecto F-35.

No se trata por supuesto de renunciar a un programa militar costosísimo, sino de estudiar qué tipo de armamento necesita Europa para un futuro conflicto con Rusia sin que al parecer se tenga en cuenta que este país es una gran potencia nuclear.

El ministro italiano de Defensa, Guido Crosetto, declaró por su parte al diario «La Repubblica» que el Gobierno de Roma había suspendido las negociaciones para la utilización por el Ejército italiano del sistema de satélites Starlink, de Elon Musk.

Después de que Musk amenazase a Ucrania con cortarle el servicio de su red de satélites, indispensable para continuar la guerra con Rusia, en Roma se temió que aquél pudiese un día chantajear a Italia y se pensó en un sistema alternativo: el de la empresa francesa Eutelsat.

Por lo que respecta al F-35, a muchos los preocupa también el hecho de que todos los datos de los ordenadores a bordo se almacenen en Amazon, con lo que el Gobierno de Washington puede acceder a ellos fácilmente.

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