El benjamín de los campaneros gallegos
En 2023 fue bautizado en el oficio en la catedral de Mondoñedo el campanero más joven de Galicia, Antón Santomé Blanco. A sus 8 años, lleva la mitad de su vida ligado a una tradición, el toque de campana, que marco durante siglos la vida de las aldeas y que ha sido declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Antón Santomé Blanco, en el campanario de la catedral de Santiago. / FdV
Con tan solo ocho años, Antón Santomé Blanco es el benjamín de los campaneros gallegos, un título que ostenta dentro de la Asociación Cultural de Campaneiros de Galicia y que es consecuencia de una mezcla de curiosidad infantil, sensibilidad auditiva y un profundo amor por el patrimonio cultural del país.
La afición de Antón por las campanas surgió de una manera que su madre, María Blanco, califica como «inexplicable». La familia vivía en Bouzas, recuerda, donde el niño «escuchaba a diario las campanas. Tiene sensibilidad auditiva y el tañido inicialmente le molestaba, pero al mismo tiempo sentía una gran curiosidad».
A los cuatro años, Antón sentía inquietud y también interés cada vez que escuchaba las campanas. El ruido lo sobresaltaba, pero a la vez el movimiento lo intrigaba. Esta dicotomía lo llevó a bombardear a su madre con preguntas sobre las campanas, a las que también dedicaba dibujos.
Devorando conocimiento sobre campanas
En su búsqueda de conocimiento, el niño recurrió a la tecnología. «Pasaba horas buscando información en la tableta», recuerda su madre, y gracias a sus constantes búsquedas en línea, no solo aprendió sobre el funcionamiento de las campanas, sino que también adquirió conocimientos de geografía y sobre las principales catedrales gallegas.
Pudo saber que este especial lenguaje marcó durante siglos la vida de las aldeas gallegas: eran las campanas las que señalaban las horas del trabajo en el campo, las que alertaban de incendios, de acontecimientos como las fiestas, una boda o del fallecimiento de un parroquiano. Era un sistema de comunicación (un número de toques en concreto si el difunto era una mujer, otro si era un hombre, seis si era el Papa...) que conocía toda la comunidad, un código de sonidos que cada vecino identificaba y comprendía.
En el caso de Antón, el camino a la escuela se convirtió en una escuela al aire libre. «Cada día, preguntaba sobre los campanarios de Beade, Valladares y Santa María de Castrelos», señala su familia, mostrando un interés inusual para un niño de su edad. Su madre, guía turística en Pontevedra, quiso ayudarlo a despejar sus interrogantes y comenzó a contactar a expertos en el toque de campanas para que lo aconsejasen.
«Tuve mucha suerte», explica, «porque se acababa de fundar la Asociación Cultural de Campaneiros de Galicia después de que el toque de campana fuese declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y el niño pudo sumarse».
Poco después, en 2023, tuvo lugar en la catedral de Mondoñedo el bautismo de Antón como campanero, un momento especial que marcó su entrada oficial en el oficio. La ceremonia se llevó a cabo bajo la campana más significativa del templo, La Paula. Su madre describe la experiencia: «La ceremonia consiste en que se levanta la campana, el nuevo campanero se mete debajo y desde allí ve la plaza mayor de Mondoñedo, antes de levantar la campana y salir bautizado». Este ritual simbolizó la transición de Antón de un niño curioso a un campanero comprometido con la tradición.
Aunque es el miembro más joven de la asociación, su madre señala que hay otros niños interesados en el toque de campanas, aunque aún no se han unido formalmente.
La Asociación Cultural de Campaneiros de Galicia desempeña un papel clave en la formación de estos jóvenes y en la preservación del oficio, organizando talleres periódicos en los que se utiliza un campanario móvil. El benjamín participa activamente en estas actividades, donde continúa desarrollando sus habilidades y conocimientos.
Los ensayos en la catedral de Santiago son otro pilar en la formación de los campaneros. Sin embargo, Antón aún no puede participar en estas sesiones. «El deán no se lo permite por motivos de seguridad», indica la madre. A pesar de este obstáculo, su familia y la asociación buscan alternativas para que pueda seguir practicando y recibiendo la guía de experimentados campaneros.
A fin de aprender de diferentes tradiciones, Antón ha visitado varias localidades con campanarios notables. Estas experiencias le han permitido sumergirse en diversidad del toque en Galicia y en otros lugares, como Oporto. Sus próximos retos son «subir a los campanarios del convento de San Francisco y al santuario de A Peregrina» en Pontevedra, señala su madre, convencido de que el lenguaje de las campanas continuará resonando en su generación.
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