Opinión
¿Tiene futuro James Bond?
Ahora que la productora de 007 anda enfrascada en la búsqueda de un sustituto para Daniel Craig, es una buena ocasión para plantearse si el vetusto agente de su británica majestad tiene futuro.
Cuando vivía en Kingston llegue a conocer la casa del creador de Bond, Ian Fleming, en Oracabessa, al norte de Jamaica. Allí, con vistas a una pequeña cala de aguas cristalinas y rodeada de cocoteros, escribió una buena parte de las novelas sobre el agente británico. En realidad, el Bond que alumbra Fleming tiene muchos rasgos propios, incluyendo algunos de sus vicios más notables. El periodista y escritor procedía de una adinerada familia de banqueros, por lo que tuvo acceso a los ambientes elitistas y glamurosos que describirá en sus novelas. Durante la Segunda Guerra Mundial formó parte de la división de inteligencia naval, por lo que no es extraño que a su personaje lo haga comandante de la marina real, inicialmente también adscrito a la división de inteligencia naval, antes de pasar al MI6. El jefe de 007, M, está basado en el jefe de Fleming durante la guerra, el almirante sir John Godfray, el nombre lo tomó del autor de un libro de ornitología que estaba leyendo y se especula que algunas características del personaje se inspirarían en un espía dominicano, Porfirio Rubirosa, educado gentleman y destacado deportista, especialmente en las disciplinas de polo y boxeo.
Por supuesto, el Bond ficticio tenía, en cambio, una ironía muy británica, con licencia para matar, era un asesino cerebral e inteligente, que destacaba en casi todos los deportes, al tiempo que era un individuo elegante y sofisticado, amante de la buena cocina y de lujosos coches y hoteles. Pero, de la misma manera que Fleming bebía y fumaba en exceso, (de hecho, falleció relativamente joven), adornó a su criatura con una miríada de notables defectos. Como él, era amigo de la bebida, no solo por su insistencia con los vodkas martini «shaken, not stirred», tal como le gustaban al propio Fleming. En uno de los chequeos médicos al Bond de Pierce Brosnan se le reconoce un cierto alcoholismo por la mala condición de su hígado, también era un fumador empedernido. Además, tenía su punto ludópata, con afición a grandes y muy arriesgadas apuestas, su punto esnob y, por último, era tremendamente mujeriego.
Al igual que en las novelas, desde la primera, Casino Royale (1952), en el cine, con Sean Connery de protagonista, (Agente 007 contra el Dr. No, 1962), las aventuras de Bond resultaron, también, un rotundo éxito y pronto se convirtió en un símbolo nacional de Gran Bretaña. Aunque, paradójicamente, Connery era escocés y simpatizante de los movimientos independentistas. El cine, sin embargo, en seguida comenzó a pulir alguno de sus más notables defectos. Tras cinco películas 007 dejará el tabaco.
En cualquier caso, Connery fue, posiblemente, el que más se ajustó al retrato y características del agente secreto, pero el resto de los actores que lo interpretaron consiguieron en mayor o menor medida mantener la esencia. Quizás Lazenby y Dalton un poco más encorsetados, Moore más cínico y Brosnan... Bueno Brosnan fue un excelente Bond, pero con él comenzaron a fallar los guiones. De repente el irónico, mujeriego y cerebral asesino comenzaba a tener conciencia y escrúpulos, se comenzó a hacer menos mujeriego y a filosofar sobre su profesión. Como me señala un buen amigo, gran conocedor de la saga, «hay momentos que recuerda más a un pastor protestante que a un despiadado agente de operativos».
Y en esa extraña deriva estábamos cuando llegó Daniel Craig. Aunque el británico tiene una legión de admiradores y sin duda es un tipo atractivo y un buen actor, yo soy de la otra legión, la de los seguidores de Fleming, que piensa que se cargó al personaje. Empezando por el físico. Dos de las principales características de 007 es su altura, 1,90 y su pelo negro. Así lo describió Fleming y así lo recoge la canción de Dionne Warwick en una de las bandas sonoras más famosas: «He is tall, and he is dark and like the shark he looks for trouble», es decir, «es alto y moreno y como un tiburón busca problemas». Pues bien, salvo Moore, de pelo castaño oscuro, el resto de los actores eran bien pelinegros. Craig era bajo para el personaje, no llega a 1,80 y es de un rubio cebollento. Además, sus facciones pegan más con otro tipo de personajes, como un boxeador o un campesino eslavo. Puede parecer una apreciación superficial, pero es como proyectar un supermán con bigote o un Indiana Jones sin sombrero.
Lo más grave, sin embargo, es que, aunque el tipo se sigue cargando a mucha gente en cada película, y trasegando una buena cantidad de alcohol, ya es mucho menos ludópata, tiene muchos más escrúpulos, incluso con momentos muy sentimentales y ha dejado de ser mujeriego. El escritor Pérez Reverte lo ha definido muy acertadamente como un «moñas». Por supuesto habrá quien defienda que hay que ir con los tiempos y que un héroe bebedor, jugador y mujeriego no refleja los valores del siglo XXI, de la misma manera que en las últimas películas de Sherlock Holmes, el célebre investigador privado no se inyecta cocaína. Yo soy de los que piensan que hay que respetar la esencia de los personajes. Además, hay muchos valores de esta sociedad tan delicadita y ofendidita de estos años veinte que no comparto. Se ve normal que Craig se cargue a 40 sicarios por película, pero está mal visto que vaya saltando de cama en cama, como el soltero atractivo que creo Fleming.
En conclusión y respondiendo a la pregunta del título. ¿Tiene futuro? Creo que sí, pero si continua esta deriva se convertirá en una saga de acción más o menos divertida, como los «transporters» de Statham o los mercenarios de Stallone, pero ya será otra cosa, como lo ha sido con el «moñas» de Craig.
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