Memorias
"Yo viví en el periodismo la época en que hacer fotografía era un puro trabajo de chinos"
"En aquellos tiempos, cuando salíamos de Vigo con el Celta teníamos que cargar con un telefoto de 5 kilos, una ampliadora y los químicos para revelar en el baño del hotel"

Magar En 1956 en la mili en el Servicio de Cartografía Militar de Getafe / FDV
Más de medio siglo tras la cámara es cuando menos el tiempo que estuvo Manuel García Magar apurando fotografías. Solo hay que acudir al estudio que hizo Ceferino de Blas, Cronista Oficial de Vigo pero antes director y director general en FARO De VIGO, para saber que la primera generación de fotógrafos de este periódico, decano entre los españoles, es la que antecede a la introducción del fotograbado, con muy pocas imágenes y un solo fotógrafo: Gil. Pero, sobre todo, la que comienza en 1923, cuando FARO se moderniza y hace gráfico, lo que propicia la llegada de fotógrafos a la Redacción: Ksado y Pacheco, Llanos padre, circunstancialmente Sarabia y Pintos. Son los pioneros del reporterismo en FARO, y cubren desde los años 20 hasta la guerra civil inclusive. Una segunda generación, la de posguerra, con nombres como Llanos hijo, Tomás, con el que empezó Magar, y Siorty. "Y, a partir de los años 60 -añade- llega Magar, que prolongará su actividad hasta la tercera generación, con un tipo de reporterismo costumbrista, nada conflictivo por la censura existente". Ahí estuvo, al pie del cañón, adosado a unas cámaras, estesalmantino venido a Vigo en su infancia, que tras su jubilación publicó tres libros con una pequeña parte de su inmenso archivo, enriquecido por incontables imágenes tomadas en el día a día de una incesante actividad periodística, entre el mundo de la política, sucesos, cultura o sociedad. Sus cámaras han sido notarias cotidianas de la historia última de Vigo. Así cuenta él la suya.
"Mi padre que era ferroviario y estaba destinado en Astorga, decidió venirse a Vigo con la familia en 1941, cuando yo tenía 5 años, familia que por cierto era bastante numerosa. La idea le surgió después de que un amigo, también ferroviario, lo convenció de que en esta ciudad había mucho movimiento y posibilidades de ascender, gracias al tráfico del puerto. Se cumplió porque él era enganchador en Astorga, y, al poco de llegar a Vigo, lo hicieron capataz, con el alivio que ello supuso para una familia con esposa y siete hijos. Recuerdos borrosos de mis siete años sitúan a mis dos hermanos mayores trabajando para ayudar a la familia, una como modista y el otro en una fábrica de máquinas de café para cafeterías, que se llamaba "El Núñez", en la calle Chao. Y sí recuerdo nítidamente que las comidas, en casa, eran a turnos, como en un cuartel. ¿Cómo era aquel Vigo de mi llegada, en 1941 ? Tengo poca memoria de esos cinco años. Vivíamos en el tercer piso de una casa en la calle Extremadura, que pertenecía a un conocido falangista que se llamaba Maceiras. Los recuerdos que tengo más claros son a partir de los doce años. Teníamos que hacer bolillos para conseguir unos céntimos y poder comprar alguna golosina en la tienda de ultramarinos que había en el bajo del edificio. No era como hoy en día, que se tiene de todo. Íbamos a la finca de Matías a robar la fruta, y muchas veces tuvimos que salir corriendo porque disparaba postas de sal. Y el Doctor Sobrino, que tenía una finca en la subida a la capilla de San Juan, nos tiraba perdigones a las piernas cuando íbamos a por las manzanas. Hoy eso es impensable. Nadie salta fincas para coger la fruta, y mucha se cae de madura. De aquella, circulaban pocos coches por la ciudad, y mucho menos por la calle Extremadura, donde solo venían carros de bueyes o caballos con el reparto, sobre todo de una fábrica de gaseosas La Oliva, que allí había. El Calvario, sobre todo, y hasta San Juan, era la zona por donde me movía, hasta que entré a trabajar en el estudio de fotografía de Tomás, con quince años. Al principio, haciendo los trabajos más básicos".
"¿Porqué entró la fotografía en mi vida? Quizás por culpa de mi hermano Dionisio, que debía ser aficionado a la fotografía porque en casa había negativos en cristal que él debió dejar abandonados cuando se dedicó en serio a su afición a los toros y marchó a Pamplona, donde se casó. Allí, aparte de su profesión de mecánico de cafeteras, se dedicaba en su tiempo libre a banderillero, sobre todo en corridas los domingos, y en los encierros que hubiera por la zona de Navarra. Paradojas de la vida, después de arriesgarse en tantas corridas de toros, se fue a morir al caer de una bicicleta en Pamplona. El caso es que, inicialmente, nadie en casa sabía quien había traído esas placas de cristal, y mi madre, de tanto verlas, comentó que debían ser de mi hermano; como ninguno las quería, me las quedé. Después me di cuenta que casi todas representaban escenas de Vigo, y me entró curiosidad por hacer fotografía. Por aquella época yo iba mucho al cine, y un día el encargado, como me veía tantas veces, me dijo que si quería trabajar, tenía un hijo con un estudio de fotografía en la calle Marqués de Valladares, que se llamaba Tomás. Y allí empecé barriendo".

"Yo viví en el periodismo la época en que hacer fotografía era un puro trabajo de chinos"
"Llegué al FARO con Manuel Cerezales como director . Estuvo como tal entre 1961 y 1964, y estaba casado con la escritora Carmen Laforet. La verdad es que antes de ir al servicio militar, que cumplí en la Escuela de Cartografía y Fotografía de Cuatro Vientos, ya hacía algunas colaboraciones en el Faro, cuando le pedían a Tomás que enviara a algún fo tógrafo para cubrir alguna entrevista. Al volver del servicio, continué trabajando un tiempo en Tomás hasta que llegó Cerezales en 1961 al FARO y al año siguiente me ofreció entrar en nómina Yo viví la época de la impresión en plomo, con tinta que impregnaba todo. Para entrar en la rotativa había que ponerse un buzo, porque te manchabas a la mínima. Hablo del Faro cuando estaba en la calle Colón, e, incluso, al inicio del traslado del periódico a Chapela, pues se llevó la rotativa de plomo. De aquella las compraban de segunda mano, fuera de España. Las fotografías tenían que pasar a fotograbado, en zinc, para luego llevarlas a los rodillos, Era un trabajo de chinos, pues había que maquetar, y encajar texto y fotograbado en cada página. Hoy en día, eso ya no existe, pues se hace por ordenador. ¿Se diferenciaba mucho aquel periodismo del actual? Entonces mandaban los políticos, como ahora, solo que había menos, no existían tantas autonomías cada una con su aparato. Con tantos partidos, y tantos intereses, todos son a presionar. En realidad, antes había menos estrés informativo, pues quienes mandaban no tenían oposición. Y tampoco había mujeres en política".
"Viví muchas cosas en tantos años de fotografía periodística. Trabajé con varios directores, Cerezales, Álvaro Cunqueiro, Santaella, Landeira, Armesto Faginas, Ceferino de Blas y Julio Puente, me jubilé antes de la llegada de Pedro Pablo Alonso y Juan Carlos da Silva. En concreto, Armesto era un profesional bregado, inteligente pero también en su trato cotidiano un tipo directo, bienhumorado, un cachondo mental. Las formalidades no iban con él, y enseguida pasaba al tuteo. Era de trato fácil y no te podías enfadar con él por nada, pues nada se lo tomaba en serio. Podría contar mil anécdotas como cuando acompañé a Cunqueiro, escritor mágico y laureado y director del periódico, en su viaje xacobeo entre el Cebreiro y Compostela, cuando nadie había inventado e Xacobeo y los caminos eran ruinosos o tapados por la vegetación. Habíamos ido con él un comercial de publicidad del periódico que se llamaba Sastre y yo. Me acuerdo mucho de ese viaje, porque yo salí de Vigo con una indisposición intestinal y ya la primera parada la tuve que hacer en Redondela. El viaje hasta el Cebreiro se hizo eterno por culpa del intestino y solo gracias a un farmacéutico amigo de Cunqueiro, en cuya farmacia paramos a mitad de camino y me dio un remedio que fue mano de santo. Al final, el Camino de Cebreiro a Santiago fue una maravilla, comparado con el del suplicio intestinal. Desde el Cebreiro fuimos haciendo las distintas etapas, gastronómicas sobre todo, pues nos deteníamos en cuanto lugar se le ocurría a Cunqueiro, que, como bien se sabe, era un gran gastrónomo. Así, al tiempo que Cunqueiro tomaba notas, y yo fotos, hacíamos paradas donde degustábamos lo más típico del lugar. En Samos nos prolongamos un poco más, pues los monjes quisieron enseñarnos todo el monasterio en detalle, y sus productos, y casi perdimos allí un día entero".
"La fotografía entonces era otra cosa, nada tienen que ver con lo de ahora, que es de más fácil ejecución. En aquel entonces, por ejemplo en el fútbol, tomar una instantánea de un gol era prácticamente imposible. Con las cámaras digitales actuales, le das al disparador y sale el gol, fijo. El problema será solo seleccionar la instantánea. Es muy difícil hoy en día que una fotografía salga movida. Antes, tenías que jugar con la luz y la posibilidades de las cámaras, que eran antediluvianas en relación con las de hoy. Antes también nos limitaban el material y ahora, prácticamente, no tienen límite. Disponíamos de dos o tres rollos de 36 para todo un día de información normal; cuando había información deportiva era cuando más carretes usábamos, que podían llegar a ser 3. En mi época, cuando íbamos con el Celta lejos de Vigo, teníamos que llevar con nosotros el telefoto, que pesaba 5 kilos, y una ampliadora, con los químicos para revelar la película en los baños del hotel al que íbamos. Había que transmitir las fotos a través del hilo telefónico, siempre que fuera buena la conexión. En alguna ocasión, casi pierdo el vuelo esperando a que recibieran la fotografía. Ahora todo son ventajas, pues las fotos llegan instantáneamente, y el fotógrafo puede hacer hacer todas las fotografías que quiera y enviarlas en el descanso de los partidos. Antes no podías, porque tenías que hacer todo el proceso de positivar, aparte la limitación del número de instantáneas del carrete".

Magar: "Yo viví en el periodismo la época en que hacer fotografía era un puro trabajo de chinos"
"Eran los tiempos de Franco los de mi primera etapa, porque yo entré en los años de posguerra, viví la muerte de Franco y la Transición... Yo no he tenido problemas en esa etapa franquista, y nadie, que yo sepa. Nos daban la credencial para acudir a los actos, pero no podíamos acercarnos a menos de cinco metros. Si te acercabas más, los de la Policía Armada te empujaban con la culata del mosquetón. Nunca he tenido limitación para fotografiar a nadie, siempre que se tratara de un acto público. Con el Rey emérito tampoco he tenido problemas, aunque era más cercano con la prensa. En una ocasión, en el Club de Yates de Baiona, Quesada había hecho un chiste del Rey, al que le había hecho mucha gracia y quiso conocerlo. Al querer hacerse una foto con el Rey, se puso de puntillas para parecer más alto, y el Rey, a modo de chanza, le dijo "Eso es hacer trampa". Las experiencias más duras que recuerdo son haber tenido que salir corriendo en alguna manifestación cuando la Policía Armada tenía que disolverlas. Y eso no es nada. En concreto, algunas de las del Naval, las de Ascón, o cuando bloquearon la salida del expreso para Madrid y vinieron a disolver la concentración".

"Yo viví en el periodismo la época en que hacer fotografía era un puro trabajo de chinos"
"Y ahora llevo muchos años jubilado. La jubilación la llevas mal, porque uno no se acostumbra a la inactividad. He estado clasificando el archivo fotográfico y en eso he empleado parte del tiempo, quemando pestañas. También presido la Fundación Magar, que busca fondos para investigación de la Acondroplasia, y organizamos todos los años la cena benéfica, que sirve precisamente para recaudar, y también para dar a conocer un poco la problemática de dicha patología, que es poco conocida por la gente. Al hilo de la inactividad, comento una anécdota, aunque repetida, de cuando me encuentran con la cámara por la calle, alguno se hace el simpático y me pregunta ¿cuando te jubilas? Le suelo contestar que estoy esperando a que él se jubile de cómico. Eso va porque, en realidad, uno nunca se jubila".
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