Ciclismo
Pogacar se reencuentra con la victoria y muestra su poder en la Flecha Valona
Nadie puede responder a un fantástico ataque del fenómeno esloveno a 500 metros de coronar el muro de Huy que lo convierte otra vez en el gran favorito para triunfar este domingo en la Lieja-Bastoña-Lieja

Tadej Pogacar celebra su victoria en la Flecha Valona. / EFE
Hay que hacer el muro de Huy alguna vez en la vida, aunque sea caminando, para percatarse de la dureza que esconde en el final de la Flecha Valona. Allí se peregrina y se reza en las pequeñas camillitas que hay por el camino. Subirlo en bici es una salvajada, una proeza que va acompañada de sufrimiento dando la sensación de que las ruedas no avanzan y que en cualquier momento se puede ir al suelo si se pierde el equilibrio. Apenas son 1.100 metros, como una rampa y una curva, la que a partir de ahora se merece que le denominen con el nombre de Tadej Pogacar, que conduce hacia el cielo, el que este miércoles volvió a tocar el fenómeno esloveno que se reencontró con la victoria de forma soberbia.
Tan duro es Huy que frena cualquier iniciativa de ofensiva previa. Hay que correr con cabeza y hasta apaciguar los ánimos. Es lo que hace Pogacar. Hasta se puede afirmar, sin ánimo de equivocarse, que la carrera belga se convierte en un ladrillo, sin ataques y sin que pase nada, salvo alguna caída cuando la carretera está mojada, a lo largo de 200 kilómetros. Pero cuando se supera el banderín rojo que anuncia que la meta está a mil metros, la carrera se ánima, al estilo de un partido de baloncesto que se decide en los 60 segundos finales.
La apoteosis final
Llega la apoteosis, el despertar de la siesta si alguien se ha quedado dormido, y el instante para que Pogacar se quite las gafas de sol en un día nublado y sin levantarse del sillín por el riesgo a patinar deje a todos clavados. Imposible seguirlo. Si en los tiempos de Alejandro Valverde, con cinco triunfos en su haber, nadie atacaba hasta los 300 metros finales, con Pogacar en acción la ofensiva se produce a medio kilómetro de la llegada.
Se va Pogacar con una fuerza tremenda. Imposible seguirlo. Lo trata de contrarrestar Remco Evenepoel, el mismo corredor que había controlado la Flecha Valona en los kilómetros previos de tregua. ¡Qué va! Evenepoel todavía debe tomar mucho cola-cao para poder neutralizar un demarraje salvaje de Pogacar. Nadie puede. Quizá Jonas Vingegaard, pero apostar por el danés supone un riesgo supremo.
El domingo, Lieja-Bastoña-Lieja
Pogacar consigue la segunda victoria en la Flecha Valona, en el muro de Huy que Joaquim Rodríguez conquistó, al margen de su victoria en la clásica de las Ardenas, también cuando se presentó en el Tour. Es el triunfo logrado desde más lejos y sin capacidad de respuesta por parte de ningún rival, con el francés Kévin Vauquelin en segunda posición y Tom Pidcock en la plaza más baja del podio. Evenepoel sólo puede ser noveno, en lo que sin duda no es una buena señal para la más importante de las tres clásicas de las Ardenas, la Lieja-Bastoña-Lieja, el último monumento primaveral, carrera de cinco estrellas, que se disputa el domingo.
Cada carrera es distinta, pero si la disputa Pogacar, él se transforma en el único favorito y si llega segundo como le pasó en la París-Roubaix o en la Amstel Gold Race hasta injustamente se considera como una derrota. Qué más quisiera el resto de los contrincantes haber realizado, a falta de Lieja, una primavera tan fantástica, una maravilla digna únicamente del mejor mago que tiene el ciclismo. “Estoy listo para el domingo. Aquí he ganado manteniendo el plan de equipo que habíamos tenido y ahora espero realizar una gran carrera en Lieja”, afirma Pogacar en la señal internacional de televisión. Ganará, si lo consigue, por tercera vez. Evenepoel también persigue la misma gesta, pero si se tiene en cuenta lo ocurrido en la Flecha Valona la balanza se vuelve a inclinar en favor de la estrella eslovena.
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