Alfon se merecía otra cosa

El Celta empata con Las Palmas un partido en el que generó repetidas ocasiones de gol y se vio penalizado por un despiste en el comienzo del segundo tiempo

Monumental partido del delantero manchego, autor del tanto de los vigueses

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Vigo

El fútbol es una paradoja imposible de descifrar, un galimatías sin explicación. El marcador es su única verdad indiscutible. El de ayer dice que el Celta empató, pero nuestros ojos cuentan algo muy diferente. Los de Claudio han sacado adelante esta temporada muchos compromisos en los que hicieron menos méritos por ganar que ayer. La producción ofensiva, el permanente bombardeo en el área de los canarios encontró un premio mínimo, ridículo para sus méritos. De la veintena de remates solo extrajeron un gol en el descuento del primer tiempo; Las Palmas encontró el mismo premio con apenas tres llegadas al área. Ese es el idioma con el que se hacen y deshacen las clasificiones.

El resultado, decepcionante por la oportunidad más que tangible de asaltar la séptima plaza (hablar de permanencia es una broma viendo la situación del equipo), es cruel sobre todo con Alfon. El partido del manchego merecía el triunfo, merecía que dentro de años los aficionados siguiesen recordando su apoteósica primera parte de ayer, esos cuarenta y cinco minutos en los que fue Romario un rato y Nolito otro. Hacía tiempo que Balaídos no asistía a un despliegue semejante. Acostado a la izquierda, Alfon descosió cada vez que recibió el balón a Viti y a Bajcetic para generarse situaciones de disparo que tardaron en encontrar el premio justo. El planteamiento de Diego Martínez, temeroso del potencial del Celta, saltó por los aires en cuanto se activó ese dinamo que fue Alfon. Los ataques vigueses morían en su territorio donde hasta el aburrimiento hizo transparentes a los defensas para activar el martillo de su pierna derecha. A esta hora deberían estar entregando el carnet en la escuela de entrenadores aquellos que le tuvieron cedido en Segunda División hace cuatro tardes y no lo ponían. Ayer apagarían la televisión de la vergüenza.

Temores

Todos los temores de Diego Martínez se fueron haciendo realidad con el paso de los minutos. Alineó un equipo para protegerse pero el Celta acumulaba remates y llegadas con asombrosa facilidad. A diferencia de otros días que el equipo necesita recibir un aguijonazo para activarse, en esta ocasión no tardaron en fluir. Sucedió en cuanto Damián -que formó un más que notable doble pivote con Moriba- encontró su espacio para poner sentido a cada posesión, eligiendo el mejor camino por el que asomarse al área de Las Palmas que sufría para sacarse de encima la voracidad de un Celta que atacaba con la misma energía que utilizaba para recuperar la pelota. Por momentos recordó al equipo depredador de Berizzo, a aquellas persecuciones individuales por todo el campo en busca de un rival que terminaba desquiciado, pidiendo, casi rogando, que alguien detuviese el frenesí. Parecía extraño que el Celta no fuese capaz de sacarle rendimiento a su despligue porque a los disparos de Alfon se unieron los de Borja Iglesias (que se encontró primero con Cillesen y luego con su sustituto Horkas). Pero la lógica acabó por imponerse en el descuento del primer tiempo. Otra vez Alfon estuvo en el centro del escenario. Recibió un balón mano a mano con Bajcetic y el vigués le ofreció su salida natural. El manchego agradeció el gesto para generarse el espacio necesario para sacar el fusil e incrustar un misil a la izquierda del portero. Era Nolito pero en su versión más salvaje, sin esa delicadeza con la que el andaluz finalizaba. Pocas veces un gol ha hecho tanta justicia: a un equipo y a un futbolista.

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El gol obligó a trabajar más de la cuenta a los técnicos en el descanso. Diego Martínez renunció a la línea de cinco y soltó a Sandro y Essugo, a quienes había reservado para el tramo final del partido; Claudio dio entrada a Fer López por un irregular Losada y a Jailson por Ristic para que Marcos Alonso ejerciese de carrilero izquierdo. Las previsiones de ambos saltaron por los aires a las primeras de cambio porque Las Palmas dibujó su primer ataque de mérito en todo el partido por la derecha y a la inspiración de sus jugadores se sumó un absoluto despiste de los vigueses: perdidos Starfelt, Jailson, Javi Rodríguez y Damián en el posicionamiento y el repliegue. Moleiro acertó para anotar el empate y abrir de nuevo el partido.

El gol no asustó al Celta que sin embargo ya no encontró a Alfon, vigilado de un modo más estrecho por la defensa canaria. El equipo vigués giró alrededor de la facilidad de Fer López para dar vuelo a sus compañeros y a las llegadas de Ilaix Moriba, que por delante del pivote, percutía en el área en busca de un remate que nunca encontró. Estuvo a puntos de marcar en una jugada en la que Fer López le dejó solo ante el portero con uno de esos pases que parecen salir a cámara lenta para que la gente pueda saborearlo a gusto, pero su tímido remate fue sacado bajo palos por la defensa canaria. Fue una de las muchas que tuvo un Celta cada vez más volcado sobre el área de un Las Palmas que defendía por acumulación.

Pero a diferencia de la primera parte sí se permitieron alguna escaramuza algo furtiva hacia el campo del Celta. En una de ellas Fabio Silva anotó el segundo gol tras aprovechar un despeje de Starfelt. Pero Del Cerro Grande advirtió a Munuera de un fuera de juego posicional que provocó el despeje defectuoso del central sueco y la jugada acabó con los aficionados del Celta suspirando de alivio. Y vuelta la mula al trigo. De un modo algo más desordenado –salvo cuando Fer López asomaba– el equipo de Claudio fabricó llegadas a las que siempre le faltó el punto de claridad para dar con el atacante libre. Aspas entró en el campo por Borja Iglesias (reventado tras darse una paliza) pero el moañés, sin poder moverse por la zona en la que mejor se siente, ayudó poco a aclarar las cosas de un equipo que no dejó de intentarlo. Los remates siguieron llegando, aunque fuese con disparos desde la frontal, pero el Celta no detuvo el cañoneo que en ese tramo personificó Marcos Alonso que puso a prueba a Horkas en un par de situaciones. A los vigueses se les acababa la energía, pero no las ganas.

Claudio dio entrada también a Pablo Durán para juntar todo lo que podía en ataque y el tomiñés añadió mordiente por la banda derecha, pero como al resto de compañeros le faltó encontrar la solución ideal. El Celta murió en el área de Las Palmas, donde debía. No tiene nada que reprocharse, solo no haberle dado a Alfon la victoria que él merecía más que nadie.

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