El duque de Edimburgo casi se muere pescando truchas en el río Umia

Un pescador con truchas en el Umia, cerca de As Aceñas. |  Iñaki Abella

Un pescador con truchas en el Umia, cerca de As Aceñas. | Iñaki Abella

Víctor Viana (Médico e historiador local)

Vilagarcía

El duque de Edimburgo Alfredo de Sajonia Coburgo a punto estuvo de morir ahogado en el Umia a donde acudió con la idea de pescar las mejores truchas. Había llegado a Carril con una flota de casi cinco mil hombres en varios buques de la Armada inglesa en 1882.

El ducado de Edimburgo ees un título creado por el rey Jorge I de Gran Bretaña en 1726 otorgado exclusivamente para miembros de la Familia Real, siendo el primero en ostentarlolo el príncipe Federico, que fue heredado a su muerte por su hijo el principe Jorge, y que al ser nombrado rey, el titulo fue de nuevo incorporado a la Corona por lo que dejó de existir.

Descendencia de la reina Victoria

En 1866 la reina Victoria se lo concedió a su segundo hijo, el príncipe Alfredo de Sajonia Coburgo Gotha, con la dignidad de par del Reino Unido, y es este el que nos interesa para la historia presente.

Como es sabido, la reina Victoria casó a su prole con miembros de la realeza europea, por lo que el nuevo duque de Edimburgo tenía familia real en casi todos los países, llegando incluso a heredar el reino de Grecia, al cual renuncio por conveniencias políticas inglesas, casándose el mismo con la hija del zar ruso Aejandro I. Era además, tio y padrino de la reina Victoria, esposa de Alfonso XIII, emparentando asi con la familia real española.

Como otros miembros de la realeza británica a lo largo de la historia, ingresó en la Marina en 1856, llevando una vida militar como la de cualquier otro marino, incluso llegando a dar la vuelta al mundo recorriendo gran parte de las colonias británicas del momento, - algo así como hace nuestro Juan Sebastián Elcano - y ascendiendo lentamente hasta alcanzar el grado de vicealmirante en 1882 y almirante de la Flota en 1893.

Un cauce rico en pesca

El duque de Edimburgo había oído al parecer que algún lugar de la comarca era especialmente rico en truchas, concretamente el lugar de Romarís en la parroquia de Baión, (que tendría por entonces sobre 120 habitantes) y decide ir a pescarlas el último día de la estancia de la flota en la ría, acompañado de sus ayudantes, y el buen periodista que fue Manuel Bibiano Fernández, narra, con el estilo típico de aquellos años, lleno de sentímiento, la epopeya del duque en Baión:

“Pensando regresar a las cuatro de la tarde cuya hora había fijado para zarpar la escuadra, sale a las nueve de la mañana de Carril en coche, acompañado de algunos jefes y oficiales, con el propósito de pasar algunas horas pescando en el rio Umia.

Seis barcos con ochenta cañones en Carril

Ya al mando de la Escuadra de Reserva, aparece un buen día de junio de 1882 por la ría de Arousa y llega hasta las cercanías de Carril – no de Vilagarcia – con la siguiente flota: “Hercules” con 16 grandes cañones, “Defence”, 16 cañones, “Warrior 12 cañones, “Repulse”, 12 cañones, “Lord” 11 cañones, “Penelope” 11 cañones y “Hector” con 18, y una dotación total de 4.553 marinos.

Llegado al rio, en el sitio que llaman Seixas, se dispersaron los de la comitiva, quedando el coronel Harbord al lado del príncipe que, arremangados los pantalones, aunque sin descalzarse, se fue a situar encima del muro de la balsa que contiene las aguas para dirigirlas a la presa de un molino.

El angustioso episodio

Allí, se puso a pescar con una caña de las que se emplean en la pesca de los salmones, que por su peso, pues no tiene menos que 16 pies de largo, hay necesidad de tenerlas cogidas con las dos manos, y al levantarla por haber sentido picar una trucha cuyo peso calculó en 8 o 10 libras, se le rompió el torzal.

Para volver a echar el cebo en el agua, después de remediada esta pequeña avería, con el afán de coger la trucha, queriendo adelantarse un poco resbaló y se cayó al agua, precisamente debajo de la cascada que forma en aquel sitio el agua que se desborda por arriba de la balsa, y aunque por tres o cuatro veces logró salir a la superficie, otras tantas, al recibir encima aquella enorme masa de agua, volvía a ser precipitado al fondo, donde, inevitablemente hubiera perecido de prolongarse un instante más su angustiosísima situación. Por fortuna, a ser un excelente nadador, y a su vigorosa constitución ha debido el poder librarse de la muerte: Pues haciendo un supremo esfuerzo logró llegar a un remanso, cuando donde pudo considerarse a salvo, se vio arrastrado de nuevo por su generosidad al mismo peligro de que tan milagrosamente acaba de librarse.

El coronel Harbord, que solo distaba unos 15 metros del príncipe, en cuanto lo ha visto correr se fue corriendo hasta el sitio que aquel había ocupado desde el cual se arrojó al rio, aunque, sin duda por haberlo hecho con ímpetu, rebaso el remolino; sin embargo arrastrado en veloz corrida por el agua fue llevado a larga distancia, y se halló seriamente comprometido luchando contra esta contrariedad. Viendo el duque, el riesgo que aquel corría, no vaciló en ir a su socorro, sin tener en cuenta la inutilidad de su heroísmo, puesto que de ser alcanzado por la traidora corriente donde era más impetuosa, ambos hubieran perecido. Felizmente no había llegado su hora postrera y un empellón dado con oportunidad al coronel, alejó a uno y otro de aquel sitio fatal y pudieron alcanzar la orilla de un islote, de donde, se dirigieron nadando a la orilla derecha del río y de allí al inmediato molino de Benito Vidal, en cuyo sitio pudieron despojarse de los vestidos mojados, y vestir las prendas más precisas de que se desnudaron a algunos de la comitiva».

El retorno tras la aventura arousana

En principio se alojarían en el pazo de los marqueses de Aranda en Rubiáns, «próxima a Villagarcía, en donde se estaban realizando preparativo a dicho objeto” según decía el periódico local.

En primer lugar se trasladarían a Carril para colocar la primera piedra del puente que uniría el municipio con la isla “ya en construcción y del palacio, cuyos trabajos de replanteo fueron hechos pocos días ha por el arquitecto señor Moya y el ingeniero señor Ripollés”.

La fecha coincidiría con la llegada de una escuadra inglesa, en cuyo buque almirante viajaría el príncipe de Gales, familia de la reina Victoria, y durante los días restantes había proyectos de visitar las ciudades de Santiago y Vigo, y de forma principal, según la reina, quería conocer los alrededores de Vilagarcia, “especialmente la parte de Caldas de Reyes para conocer el punto del río Umia donde estuvo a punto de ahogarse el duque de Edimburgo pescando truchas”. Posteriormente regresarían a Madrid dando fin a su periplo gallego.

Antes de embarcarse de nuevo en Carril, quiso entrar a saludar a Mr. Mould, por entonces presidente del ferrocarril de Santiago a Carril, así como a su hermano Arturo, y enviar telegramas a su madre la reina Victoria y a su esposa para tranquilizarlas, terminando así su aventura fluvial en el rio Umia a su paso por Baión.

En 1893 falleció su tío paterno Ernesto II de Sajonia Coburgo Gotha, recayendo el ducado en el duche de Edimburgo, y aunque al principio fue recibido en Coburgo con cierta frialdad por ser extranjero, fue gradualmente ganando popularidad y en el momento de su muerte, a causa de un cáncer, ya se había ganado el aprecio de sus súbditos.

La caída al rio Umia ni cayó en el olvido en la Casa Real Española, y pasados los años la reina Victoria preparó dos viajes por España, el primero, a finales del mes de enero de 1908 sería por Andalucia y tras descansar en Madrid había proyectado otro viaje por Galicia que se realizaría en la segunda quincena de marzo, con especial dedicación durante unos días, a la comarca de O Salnés. En principio, además de la familia real española, les acompañaría la madre de la reina Victoria, la princesa Beatriz, que tenía especial interés en conocer la futura residencia real en la isla de Cortegada.

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