Ciencia y sociedad

Anticitera: grietas en el engranaje del primer ordenador del mundo

Estudios recientes revelan que fallos de diseño y fabricación pudieron limitar drásticamente la funcionalidad del legendario artefacto griego

Fragmentos del Mecanismo de Anticitera.

Fragmentos del Mecanismo de Anticitera. / Museo Arqueológico Nacional de Atenas/Joy of Museum CC BY-SA 4.0.

Redacción T21

Madrid

Aclamado durante más de un siglo como la cumbre de la ingeniería antigua y el primer ordenador analógico del mundo, el Mecanismo de Anticitera era una máquina más propensa a fallos y culturalmente anclada a la luna griega de lo que se pensaba, desafiando nuestra visión de esta extraordinaria reliquia tecnológica.

El Mecanismo de Anticitera, a menudo aclamado como el primer ordenador analógico del mundo, es una maravilla de la ingeniería antigua que sigue cautivando a investigadores y al público. Descubierto en 1901 en los restos de un naufragio cerca de la isla griega de Anticitera, este artefacto data aproximadamente del 205-60 a.C.

Su hallazgo revolucionó la comprensión de las capacidades tecnológicas de la antigua Grecia, demostrando un nivel de sofisticación mecánica que se creía inalcanzable hasta más de un milenio después. Alojado en una caja de madera del tamaño aproximado de una caja de zapatos y compuesto por al menos 30 engranajes de bronce interconectados, este dispositivo estaba diseñado para predecir posiciones astronómicas, eclipses e incluso seguir el ciclo cuatrienal de juegos atléticos similares a los Juegos Olímpicos.

Dudas mecánicas

Sin embargo, investigaciones recientes han arrojado dudas sobre la funcionalidad impecable que alguna vez se le atribuyó. Un estudio computacional realizado por físicos de la Universidad Nacional de Mar del Plata (Argentina) sugiere que el mecanismo podría haber sido más un prototipo defectuoso que una herramienta astronómica de precisión. El análisis se centró en los distintivos dientes triangulares de sus engranajes y en las imprecisiones inherentes a su fabricación.

Si bien la forma triangular de los dientes por sí sola introduce errores insignificantes, las simulaciones que incorporaron mediciones de errores de fabricación revelaron un problema significativo. Estas inexactitudes, como el espaciado irregular entre dientes o su distribución desigual, probablemente causaban que los engranajes se atascaran o desengancharan con frecuencia, según los autores de este trabajo.

De hecho, las simulaciones indicaron que el mecanismo probablemente se bloquearía antes de que el indicador solar pudiera completar el equivalente a cuatro meses de movimiento. Dado que todos los engranajes estaban interconectados y accionados por una única manivela, un fallo en cualquier par de engranajes detendría todo el sistema.

¿Un prototipo?

Estos hallazgos han llevado a especular que el Mecanismo de Anticitera podría haber sido más una pieza de demostración educativa o un experimento ambicioso que un instrumento científico plenamente operativo. Plantea la posibilidad de que sus creadores aceptaran sus frecuentes fallos o que el artefacto original fuera construido con una precisión mucho mayor de la que se puede discernir en su estado actual, corroído tras dos milenios bajo el mar.

Paralelamente, otra línea de investigación anterior había modificado la comprensión de su sistema de calendario. Durante mucho tiempo se asumió que seguía el calendario solar egipcio de 365 días. No obstante, análisis estadísticos avanzados del anillo del calendario parcialmente conservado sugieren firmemente que, en realidad, seguía el calendario lunar griego de 354 días. Investigadores de la Universidad de Glasgow y trabajos independientes concluyeron que el número de orificios en el anillo (uno por día) era probablemente 354 o 355, alineándose con los 12 meses lunares griegos.

Ingenio extraordinario

A pesar de estas nuevas perspectivas sobre sus posibles limitaciones funcionales y su sistema calendárico, el Mecanismo de Anticitera conserva su renombre. Sigue siendo un testimonio extraordinario del ingenio y la destreza mecánica de la antigua Grecia.

Aunque su propósito exacto y su rendimiento práctico sigan siendo objeto de debate, su existencia misma desafía las narrativas tradicionales sobre el desarrollo tecnológico y subraya la avanzada comprensión de los principios mecánicos y astronómicos en el mundo antiguo, consolidando su lugar como uno de los artefactos más importantes y enigmáticos jamás descubiertos.

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