El mensaje de amor de Luis Enrique: del dolor a la aceptación
El exentrenador del Celta Luis Enrique expuso en la miniserie No tenéis ni p**** idea, de Movistar+, su proceso de duelo por la pérdida de su hija Xana, fallecida a los 9 años a causa de un cáncer de huesos. En sus palabras ofrece un emotivo mensaje de amor y un gran ejemplo sobre «cómo honrar una vida».

Luis Enrique, son su hija Xana en 2015. / Marcus Brandt
«Me considero afortunado. Mi hija vivió 9 años maravillosos con nosotros. Tenemos mil recuerdos de ella, cosas increíbles». Con estas palabras el que fuera entrenador del Celta y actual técnico del PSG, Luis Enrique, habla de su hija Xana, fallecida a causa de un cáncer de huesos en 2019. El técnico abordó por primera vez el proceso de duelo familiar en el capítulo final de la miniserie No tenéis ni **** idea, de Movistar+, donde destaca su capacidad de mantener vivo el recuerdo de su hija sin dejarse vencer por el dolor.
«El tiempo, aunque duela, acaba poniendo todo en su lugar», reflexiona Uxía Domínguez, psicóloga especialista en TCA y trauma. En relación a Luis Enrique, apunta que «no podemos hablar de la fase del duelo de una persona en base a sus declaraciones, porque estaríamos haciendo conjeturas; lo que está claro es que está en un momento en que puede permitirse exponer su vivencia personal».
Así, apunta que «dentro de las últimas fases en un proceso de duelo por la muerte de un ser querido está la de adaptarse a la nueva situación y recolocar mental y emocionalmente a aquella persona que se ha perdido para poder seguir viviendo. En este sentido, una persona puede ‘permitirse emocionalmente’ volver a tener presente a ese ser querido porque no genera el mismo nivel de sufrimiento y dolor que pueden aparecer en las primeras fases».
Para la psicóloga Diana Rodríguez, Luis Enrique se encuentra «en la más absoluta aceptación»: «Habla desde el recuerdo sereno, desde el amor, desde su fe a nivel espiritual. Sus palabras son calmadas, dándole su lugar a Xana por los buenos momentos vividos».
En este aspecto coincide Paula Rodríguez, psicóloga y directora de PersonalMind. «Al manifestar sentirse «afortunado» por los «nueve años maravillosos» con su hija, parece estar en la fase de aceptación del duelo. Esta etapa es fundamental, ya que implica reconocer la realidad de la pérdida y reflexionar sobre los momentos vividos. Aunque en el duelo las personas atraviesan por diferentes fases como el shock, la negación, la ira o la depresión, y no tienen que vivirse todas y/o de la misma manera, cuando una persona experimenta la aceptación, normalmente es porque ha alcanzado cierto grado de paz interna», explica. «Luis Enrique no solo reconoce su tristeza, sino que celebra los recuerdos positivos, lo que refleja una forma de honrar la memoria de su hija y encontrar significado en su experiencia. Su actitud muestra resiliencia y es un paso hacia la sanación, permitiéndole integrar el dolor con el amor compartido y continuar adelante con el legado emocional de su hija».
«Es importante entender una cuestión en el proceso de duelo: cada persona necesita y tiene derecho a sus ritmos y tiempos», advierte Uxía Domínguez. «Se considera que han conseguido superar el proceso de duelo una vez han pasado por todas las fases; pero, en la realidad, varía mucho en cada persona. El dolor de la pérdida que han sufrido unos padres que pierden a su hija de 9 años debe ser absolutamente indescriptible. Ese dolor siempre permanece, porque se echa de menos a quien no está, pero, siguiendo las fases y tiempos de cada uno, pueden llegar a adaptarse y recolocar emocionalmente a esa personita en sus vidas y recordar todo lo vivido con ella».
«Por eso, al principio es común sentir dolor, frustración, rabia, sufrimiento, pero todo esto da paso a una balanza en la que los buenos recuerdos acaban ganando terreno, y son los que vienen a la mente cuando se piensa en ese ser querido», prosigue. «En este sentido, es importante el mensaje de quedarse con todo lo bueno vivido. Pero porque es lo que acaba apareciendo tras el dolor. No hay que forzar a recordar cuando todavía no se está preparado para ello».
Aunque «no hay tiempo establecido en los duelos, en duelos tan duros se llega a la aceptación en unos dos años aproximadamente; no obstante, en ocasiones queda un duelo patológico, pudiendo quedar atrapados en la negación, enfado, culpa o generalmente en la tristeza», advierte Diana Rodríguez.
«Si un duelo ya es difícil de por sí, aceptar la pérdida de un hijo puede sentirse interminable. El mensaje de Luis Enrique ofrece esperanza y resiliencia a quienes enfrentan pérdidas similares. Su gratitud resalta la importancia de valorar los recuerdos, mostrando que, aunque el dolor es profundo, también hay espacio para la luz y el amor. Su experiencia recuerda que el duelo no es lineal y puede inspirar a otros a encontrar significado en su sufrimiento, ofreciendo consuelo y perspectiva en momentos difíciles», sostiene Paula Rodríguez.
«El duelo es una experiencia única y personal, y aunque existen pautas generales, cada persona debe encontrar su propio camino para sobrellevar el dolor», expone. «Es fundamental permitir sentir todas las emociones que surgen, buscar apoyo en amigos o grupos, establecer rutinas para mantener un sentido de normalidad, honrar la memoria del ser querido si se tiene la necesidad y ser paciente durante el proceso. Pero si el dolor se vuelve abrumador lo mejor es pedir ayuda profesional. La gran mayoría de duelos que se vuelven patológicos es porque la persona no se permite expresar en voz alta todo aquello que siente con respecto a la persona fallecida y al hecho en cuestión. Si hay un camino que garantiza la sanación empieza por darnos espacio para expresar lo que sentimos. Porque lo que no decimos no se muere. Lo que no decimos nos mata», advierte.
«Debemos normalizar sentir tristeza, vacío, dolor, sobre todo en los primeros días y semanas», apunta Uxía Domínguez. «Si alguien necesita tomar medicación, siempre debe ser recetada por un facultativo, y como algo puntual: por ejemplo, para poder descansar. Utilizar la medicación sin supervisión y de forma prolongada ayuda a «anestesiar» las emociones, por lo que no se podrá hacer de la misma forma el proceso de duelo», destaca. «Rodearse de personas que sean un apoyo es de gran ayuda», dice siempre que «el entorno sepa respetar los tiempos»: «Hay personas que necesitan hablar, otras simplemente necesitan el apoyo de la compañía, y otras necesitan el silencio y aislarse unos días. Aquí está bien que cada persona diga lo que necesita si se siente sobrepasado con los demás».
«El dolor se reprocesa de diferentes maneras: hablando, pensando, escribiendo, llorando, componiendo, pintando, soñando…», enumera Diana Rodríguez: «Todos tenemos herramientas constructivas de superación sin caer en evasiones destructivas como el alcohol, drogas, juego…, que impiden llegar a la aceptación».
En este contexto, en su «mensaje de amor, de respeto del recuerdo, de honrar una vida», Diana Rodríguez apunta que la abuela de la niña, que no puede colocar sus fotos en casa, «probablemente aún no ha llegado a la aceptación». «Una muestra de aceptación es que la muerte del ser querido no sea un tema tabú, al contrario, lo tiene presente en las conversaciones, en imágenes…».
«Los recuerdos tienen un impacto dual en el duelo: pueden causar dolor al recordar la ausencia del ser querido; pero, por otro lado, también pueden ofrecer refugio emocional al permitir revivir momentos felices», subraya Paula Rodríguez. «Para muchos, tener recuerdos visibles proporciona consuelo y alegría, siendo un acto terapéutico que mantiene viva la memoria del ser querido. No existe una manera normativa de vivir el duelo. Cada persona maneja su duelo de manera única; lo importante es encontrar un equilibrio entre recordar y protegerse del dolor».
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