Opinión
El mundo al revés en 100 días de Trump
Lo de los cien días es un decir, un número redondo, pero incluso en menos, setenta, Donald Trump ha puesto el mundo patas arriba. Se ven cosas inauditas: Moscú y Washington aliados repartiéndose el mundo y pactando la paz en Ucrania sin abrir la conversación directa entre combatientes, ni al país invadido, ni a la Unión Europea, vecina geográfica y cultural del territorio en guerra; el primer ministro israelí Netanyahu rompiendo el alto el fuego, con novecientos muertos palestinos ya, en nombre del pueblo judío que sufrió un abominable genocidio; la derecha más radical española, históricamente anti americana, riéndole las gracias a la Casa Blanca; los polacos, tantas veces invadidos en la historia por su vecino alemán, celebrando el rearme decidido por Berlin; los canadienses, tradicionales aliados de Estados Unidos, reforzando su nacionalismo defensivo ante las amenazas de anexión; los habitantes de Groenlandia desconcertados por las ofertas de compra de su territorio y aguantando visitas del vicepresidente Vance y de su esposa, cual matrimonio que visita una parcela para adquirirla y levantar allí su chalet… Todo en menos de cien días gracias a la colección de decretos preparados por el equipo de Trump desde el 5 de noviembre cuando ganó las elecciones, todas, la presidencial y las legislativas. Sin fundamento jurídico solvente en muchos casos, o recurriendo a una ley de 1798, aún en vigor, para expulsar inmigrantes ilegales considerándolos «enemigos extranjeros».
En este nuevo mundo todo es posible. Incluso comprar votos descaradamente en Wisconsin, como está haciendo Elon Musk para que gane la elección un juez amigo y no otro presumiblemente severo con las pretensiones del multimillonario. Existen historias deprimentes de compra de papeletas en países subdesarrollados y ahora el empresario que maneja la tecnología más avanzada, hasta la espacial, desciende moralmente a esas prácticas denigrantes. Todo vale. Y estéticamente también. El vídeo que se grabó la Secretaria de Seguridad, Kristi Noem, elegante, con ropa deportiva y maquillada, con un fondo de presos tras una reja en un penal de El Salvador, rapados todos y vestidos solo con un calzón, es estremecedor. Y el audio de la grabación, está a esa altura, o peor: «Si los inmigrantes ilegales no se van, los vamos a cazar y podrían terminar en esta cárcel salvadoreña». A «cazar inmigrantes», como si se tratara de alguna especie animal en una montería donde se caza el corzo, el jabalí o el venado.
Solo que hay que tener cuidado con el exceso. Y con aplaudir la injusticia y la desmesura. Lo advertía el periodista Ignacio Peyró, director del Instituto Cervantes en Roma, en un artículo reciente: «Hay algo peligroso en ser el amigo de quien va por el mundo haciéndose enemigos. La Administración de Trump no parece sacar las cuentas del resquemor que genera y sus aliados tampoco miden el desprecio que pueden ganarse si se les ve como palmeros». Tanto despropósito puede ser el pórtico de una rebelión electoral. De momento, han caído las ventas de los coches Tesla que fabrica Musk y hay quien los decora con carteles con excusas del tipo «cuando lo compré, no sabía que este hombre era así» y otras peticiones de clemencia a la población indignada. Y han bajado en bolsa las acciones de lo que ya se conoce como «la oligarquía tecnológica». Es el poder del clic, que está en manos de los ciudadanos, frente a la poderosa ofensiva que todo lo arrasa. De momento.
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