Opinión | Al azar
Garantía
El calefactor cerámico oscila de izquierda a derecha y de derecha a izquierda. Se mueve como un abanico para repartir uniformemente el chorro de calor. Está bien inventado y es barato y produce un zumbido suave, como el del interior de un avión. Si cierro los ojos, no me cuesta imaginar que acabo de emprender un viaje. Y no. Estoy sentado en la butaca de lectura, con un libro que acabo de abandonar para echar un ojo a las instrucciones del calefactor cerámico que me ha costado 24 euros y que, como digo, debería valer más, quizá 50, no sé, para que quienes lo fabrican reciban un salario digno. Dispone de dos intensidades que consumen 750 y 1.500 vatios, respectivamente, además de un termostato que lo apaga cuando se alcanza una temperatura equis. El termostato es uno de los grandes hallazgos de la humanidad. Todos los seres humanos deberíamos disponer de uno que nos apagara cuando el desasosiego alcanzara niveles insoportables. Que nos apagara allí donde estuviéramos: en el metro, en el autobús, en el cuarto de baño. Apagarse está bien, es un descanso. Por eso mi calefactor cerámico se apaga con clic y se enciende con otro clic completamente renovado.
Su cuaderno de instrucciones es muy entretenido. Dice que puede ser utilizado por niños y por niñas a partir de los 8 años, así como por personas con discapacidades físicas, sensoriales o mentales. Cualquiera puede utilizarlo, en fin, esa es su ventaja. Yo mismo lo enciendo a solas sin que la casa se incendie porque lo coloco, como aconseja el manual, lejos de las cortinas o de telas altamente inflamables. Para incendio, se me ocurre pensar, el que llevo dentro de mi cabeza a todas partes, un incendio mental, se podría decir, producto de alguna neurona defectuosa, de algún chip dañado, un incendio que he de perimetrar constantemente para que las llamas no aparezcan por las fosas nasales o, más frecuentemente, por los ojos, en forma de derrame.
—Tienes los ojos rojos -me dicen.
El fuego de los ojos lo apago con un colirio especial para las llamas oculares y así voy tirando, mal que bien. El calefactor cerámico tiene 3 años de garantía. Mi cabeza, ninguno.
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