Crisis de los aranceles
China sostiene el pulso a Trump y eleva al 84% sus aranceles a los productos de EEUU
El país asiático toma la medida en respuesta al "repetido error" estadounidense de aumentar las tasas

China y EEUU elevan su pulso por los aranceles. / EFE

Había anochecido ya Pekín sin más noticias que las anodinas declaraciones del presidente, Xi Jinping, con las que rompió su silencio desde que tronaron los primeros aranceles. Parecía un día valle en la escarpada guerra comercial cuando a la hora de la cena llegó el trueno: tarifas adicionales del 50% a las importaciones estadounidenses para empatar a las de Washington que habían entrado en vigor unas horas antes. A este movimiento, respondió Donald Trump horas más tarde subiendo la apuesta y elevando al 125% los gravámenes al gigante asiático "con efecto inmediato".
La vorágine recomienda un marcador al minuto. Pekín ignoró las dos primeras oleadas de Trump, del 10% cada una, pero ha respondido con la misma carga y de inmediato a las posteriores del 34% y el 50%, a lo que Washington añadió un 21% adicional. El resultado actual, y es seguro que el partido no concluirá así, es de aranceles del 84% para los productos estadounidenses y del 125% para los chinos. Las hipotéticas alzas posteriores parecen ya superfluas porque es difícil que los exportadores disfruten de márgenes de beneficios suficientes para absorber esa carga.
En la pelea arancelaria pierde China por una cuestión matemática: exporta el triple a Estados Unidos de lo que importa. Pero su caja de herramientas es enorme. Dos comentaristas chinos han avanzado en las redes sociales otras medidas futuras como el fin de la cooperación con Washington contra el fentanilo, un asunto que soliviantaría sin remedio a Trump, o la prohibición de películas estadounidenses, una devastadora bomba para la industria de Hollywood. Uno de los comentaristas es Liu Hong, jefazo de la agencia oficial Xinhua, al que se le presupone bien informado.
Otras represalias
Por ahora ha aliñado Pekín sus aranceles con otros castigos previsibles como limitaciones para exportar a una docena de empresas estadounidenses por su uso dual civil y militar, la inclusión de otras seis en la lista negra que impide hacer negocios con China y empresas chinas y la segunda demanda de la semana ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). "China nunca aceptará las prácticas matonistas ni hegemónicas", había aclarado a media tarde el portavoz del Ministerio de Exteriores. "China no quiere una guerra comercial pero su Gobierno nunca se quedará de brazos cruzados cuando se lesionan y privan los derechos e intereses legítimos del pueblo chino", continuó.
La contienda no dejará vencedores, como recuerda a diario China. Consiste en saber quién perderá más y, sobre todo, quién resistirá más tiempo el farol. Pekín coincide con Bruselas y los economistas más sensatos en que la política arancelaria indiscriminada estadounidense provocará pronto efectos devastadores que le forzarán a retroceder. Trump piensa que la vacilante economía china no sobrevivirá sin su principal comprador. Anunciaba días atrás que Pekín "está desesperada por llegar a un acuerdo" y vaticinaba una inminente llamada. También China sigue confiando en la resolución dialogada del conflicto. Ocurre que el primero que marque el número ajeno quedará retratado como el débil y ninguno de los egos puede digerirlo. Estos días desdeña la prensa china como pusilánimes a los países que corren a pedir cita en la Casa Blanca tras sus tarascadas arancelarias mendigando una rebaja. Trump avanzó que hablaría con Xi el día siguiente de regresar a la Casa Blanca pero tres meses después siguen sin regar aquella sintonía personal que aceitó las negociaciones durante la primera guerra comercial.
Ajustes
Ante el impacto probable sigue China ajustándose el cinturón de seguridad. Ha ordenado a sus empresas estatales que inyecten liquidez a los mercados para detener las caídas y la plana mayor del Gobierno se ha reunido para definir la estrategia que estimule la economía. También ha acentuado el cortejo a los damnificados por Trump. "La unidad global triunfará sobre la tiranía comercial", vaticinaba este jueves un editorial del diario 'China Daily'. China, Corea del Sur y Japón, con abundantes heridas históricas sin cauterizar, retomaron recientemente la cumbre de comercio tras un lustro. Xi ha pedido que China forme "una comunidad de futuro compartido" con los países vecinos y refuerce "la cooperación en la cadena industrial y de suministro". "Estamos entrando en un momento de inflexión en las dinámicas regionales y globales", ha alertado. Son sus alusiones más cercanas a la guerra comercial.
También con Europa se han reconstruido los puentes que la guerra de Ucrania quemó. El primer ministro, Li Qiang, definió a su país y la UE como defensores del libre comercio en su reciente llamada a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tradicional ariete contra Pekín.
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