La falta de relevo generacional amenaza la continuidad de los actos de la Semana Santa en Vilagarcía

La cofradía Segundo Encuentro asume desde hace décadas todo lo relativo a la organización y desarrollo de las procesiones | Ahora mismo no disponen ni de un mínimo de porteadores para cargar con las tallas

La crisis de fe se está haciendo notar en eventos como la Semana Santa.

La crisis de fe se está haciendo notar en eventos como la Semana Santa. / Iñaki Abella

Vilagarcía

La Semana Santa se acerca y, con ella, los preparativos para una de las celebraciones más significativas del calendario cristiano. Sin embargo, en Vilagarcía, el esfuerzo por mantener viva esta tradición se enfrenta a una crisis sin precedentes. La falta de relevo generacional, el descenso de voluntarios y la progresiva desconexión de la sociedad con la actividad eclesiástica están poniendo en jaque el desarrollo de las procesiones.

A pesar de estas dificultades, la cofradía Segunda Estación, con José Manuel Mariño al frente, sigue siendo el pilar fundamental que sostiene la organización de los actos religiosos en la ciudad. Desde la Navidad hasta las fiestas patronales, este colectivo es el encargado de que la fe siga encontrando un espacio en la vida pública de Vilagarcía. Sin embargo, el desafío actual es mayor que nunca: por primera vez en la historia, la Semana Santa no tiene garantizados los porteadores necesarios para las imágenes en procesión.

José Manuel Mariño es una de las voces más autorizadas para describir la realidad que atraviesa la Semana Santa vilagarciana. Su vinculación con la comunidad eclesiástica de Santa Eulalia comenzó hace cuatro décadas, participando en distintas actividades como el grupo de gaitas Froallo, el grupo de teatro Clámide o el coro Savia Nueva. También ejerce como catequista, y en 1997 contribuyó a darle forma legal a todo este esfuerzo creando la cofradía Segunda Estación.

«Necesitábamos darle una entidad a lo que hacíamos para poder realizar todas las gestiones necesarias. Antes, nunca había problema para tener gente dispuesta a ayudar, pero ahora es realmente complicado», explica Mariño con preocupación.

Las procesiones ponen a prueba la implicación de la comunidad.

Las procesiones ponen a prueba la implicación de la comunidad. / Iñaki Abella

Los números confirman sus palabras. La cofradía, que en sus mejores años llegó a tener 160 socios, cuenta hoy con solo 68 miembros. Un descenso que refleja un problema estructural: la mayoría de los cofrades son personas mayores y no hay jóvenes dispuestos a tomar el relevo.

«Siempre hubo mucha gente mayor que ahora ya no está, y el relevo generacional no ha llegado. Nos vamos haciendo mayores, perdiendo energía, y aunque algunos quieren, ya no pueden desempeñar tareas como portar las imágenes. Es un problema real», admite Mariño.

La Semana Santa requiere un trabajo necesario durante semanas previas. Desde los primeros días de marzo, los miembros de la cofradía han estado inmersos en distintas tareas: preparación de los trajes de los cofrades, mantenimiento de las tallas y lavado de los guantes que se utilizan en las procesiones, entre otras cuestiones. Ahora será el turno del barnizado de las imágenes y de la puesta a punto de todos los elementos que forman parte de esta celebración. Pero lo más preocupante es que, a estas alturas del calendario, aún no hay suficientes porteadores para las procesiones.

«Hasta ahora, siempre conseguimos voluntarios en el último momento, pero nunca antes nos habíamos visto sin la certeza de poder llevar las imágenes», reconoce Mariño. La procesión de La Borriquilla, el Domingo de Ramos, necesita ocho personas para cargar la imagen. Pero el mayor reto llega el Jueves Santo, cuando son necesarias 26 personas para trasladar las tallas de Jesús Nazareno (14) y la Virgen de los Dolores (12). El Viernes Santo, el Sepulcro y la Virgen de la Soledad también requieren igual cantidad de porteadores. En total, cerca de 60 personas, incluyendo a quienes llevan estandartes y cruces.

Voluntarios que van desapareciendo

«Cada año todo se hace más cuesta arriba. Nunca antes habíamos estado en la situación de tener que llamar para pedir ayuda. Siempre aparecían voluntarios, pero ahora la realidad es diferente», lamenta el presidente de Segunda Estación.

Miembros de la cofradía Segunda Estación durante la procesión del Santo Encuentro.

Miembros de la cofradía Segunda Estación durante la procesión del Santo Encuentro. / Iñaki Abella

Vilagarcía nunca ha sido un epicentro de la Semana Santa en Galicia, como pueden serlo Ferrol o Viveiro, donde la tradición está fuertemente arraigada. La celebración vilagarciana se ha sostenido con esfuerzo y constancia, pero sin una gran estructura detrás.

«Tenemos una celebración muy continuista y sin una tradición muy arraigada, pero ahora mismo nos cuesta completar esos mínimos necesarios para mantener los actos», reconoce Mariño.

La Semana Santa vilagarciana ha ido perdiendo fuerza con los años, en paralelo a un cambio de mentalidad social. La crisis de fe, la disminución de la práctica religiosa y la falta de vinculación con la Iglesia han hecho que cada vez menos personas se impliquen en estas celebraciones.La Semana Santa se acerca y, con ella, los preparativos para una de las celebraciones más significativas del calendario cristiano. Sin embargo, en Vilagarcía, el esfuerzo por mantener viva esta tradición se enfrenta a una crisis sin precedentes. La falta de relevo generacional, el descenso de voluntarios y la progresiva desconexión de la sociedad con la actividad eclesiástica están poniendo en jaque el desarrollo de las procesiones.

A pesar de estas dificultades, la cofradía Segunda Estación, con José Manuel Mariño al frente, sigue siendo el pilar fundamental que sostiene la organización de los actos religiosos en la ciudad. Desde la Navidad hasta las fiestas patronales, este colectivo es el encargado de que la fe siga encontrando un espacio en la vida pública de Vilagarcía. Sin embargo, el desafío actual es mayor que nunca: por primera vez en la historia, la Semana Santa no tiene garantizados los porteadores necesarios para las imágenes en procesión.

José Manuel Mariño es una de las voces más autorizadas para describir la realidad que atraviesa la Semana Santa vilagarciana. Su vinculación con la comunidad eclesiástica de Santa Eulalia comenzó hace cuatro décadas, participando en distintas actividades como el grupo de gaitas Froallo, el grupo de teatro Clámide o el coro Savia Nueva. También ejerce como catequista, y en 1997 contribuyó a darle forma legal a todo este esfuerzo creando la cofradía Segunda Estación.

Componentes de la cofradía Segunda Estación.

Componentes de la cofradía Segunda Estación. / FDV

«Necesitábamos darle una entidad a lo que hacíamos para poder realizar todas las gestiones necesarias. Antes, nunca había problema para tener gente dispuesta a ayudar, pero ahora es realmente complicado», explica Mariño con preocupación.

Los números confirman sus palabras. La cofradía, que en sus mejores años llegó a tener 160 socios, cuenta hoy con solo 68 miembros. Un descenso que refleja un problema estructural: la mayoría de los cofrades son personas mayores y no hay jóvenes dispuestos a tomar el relevo.

«Siempre hubo mucha gente mayor que ahora ya no está, y el relevo generacional no ha llegado. Nos vamos haciendo mayores, perdiendo energía, y aunque algunos quieren, ya no pueden desempeñar tareas como portar las imágenes. Es un problema real», admite Mariño.

La Semana Santa requiere un trabajo necesario durante semanas previas. Desde los primeros días de marzo, los miembros de la cofradía han estado inmersos en distintas tareas: preparación de los trajes de los cofrades, mantenimiento de las tallas y lavado de los guantes que se utilizan en las procesiones, entre otras cuestiones. Ahora será el turno del barnizado de las imágenes y de la puesta a punto de todos los elementos que forman parte de esta celebración. Pero lo más preocupante es que, a estas alturas del calendario, aún no hay suficientes porteadores para las procesiones.

«Hasta ahora, siempre conseguimos voluntarios en el último momento, pero nunca antes nos habíamos visto sin la certeza de poder llevar las imágenes», reconoce Mariño. La procesión de La Borriquilla, el Domingo de Ramos, necesita ocho personas para cargar la imagen. Pero el mayor reto llega el Jueves Santo, cuando son necesarias 26 personas para trasladar las tallas de Jesús Nazareno (14) y la Virgen de los Dolores (12). El Viernes Santo, el Sepulcro y la Virgen de la Soledad también requieren igual cantidad de porteadores. En total, cerca de 60 personas, incluyendo a quienes llevan estandartes y cruces.

«Cada año todo se hace más cuesta arriba. Nunca antes habíamos estado en la situación de tener que llamar para pedir ayuda. Siempre aparecían voluntarios, pero ahora la realidad es diferente», lamenta el presidente de Segunda Estación.

Vilagarcía nunca ha sido un epicentro de la Semana Santa en Galicia, como pueden serlo Ferrol o Viveiro, donde la tradición está fuertemente arraigada. La celebración vilagarciana se ha sostenido con esfuerzo y constancia, pero sin una gran estructura detrás.

«Tenemos una celebración muy continuista y sin una tradición muy arraigada, pero ahora mismo nos cuesta completar esos mínimos necesarios para mantener los actos», reconoce Mariño.

Son cerca de 60 personas las necesarias para hacer posibles los actos de Semana Santa.

Son cerca de 60 personas las necesarias para hacer posibles los actos de Semana Santa. / Iñaki Abella

La Semana Santa vilagarciana ha ido perdiendo fuerza con los años, en paralelo a un cambio de mentalidad social. La crisis de fe, la disminución de la práctica religiosa y la falta de vinculación con la Iglesia han hecho que cada vez menos personas se impliquen en estas celebraciones.

El futuro de una tradición que ahora depende de un milagro

La pregunta que sobrevuela el ambiente es si esta situación tiene solución o si, por el contrario, la Semana Santa de Vilagarcía está condenada a desaparecer.

Mariño no oculta su preocupación: «La cosa pinta a peor. No vemos a nadie detrás dispuesto a coger los mandos de la cofradía y asumir el compromiso y la responsabilidad que conlleva. Llegará un momento en el que no podremos seguir. Se necesita un relevo que no llega».

A pesar de todo, los miembros de Segunda Estación siguen adelante. Muchos colaboran incluso desde fuera de Vilagarcía, regresando a su ciudad de origen en estas fechas para aportar su granito de arena. La motivación es doble: reencontrarse con viejos compañeros y mantener vivo un legado que ha marcado la historia de la comunidad. Tal es la importancia de su papel que incluso fueron capaces de recuperar la celebración del Encuentro al término de la procesión del Jueves Santo.

La Semana Santa 2025 sigue en pie, pero su continuidad en los próximos años dependerá de la capacidad de la cofradía para encontrar nuevos apoyos y atraer a las generaciones más jóvenes. Mientras tanto, los voluntarios que aún quedan se aferran a la esperanza de que la fe y la tradición sigan teniendo un espacio en Vilagarcía.

El futuro de la Semana Santa está en juego, y con él, el testimonio de una devoción que, aunque debilitada, aún resiste.

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