Entrevista | María Oruña Escritora
«Creo en la libertad literaria, pero también en los límites»
«El albatros negro» vuela alto. En menos de una semana, ya se había agotado la primera edición y salía de imprenta la segunda. La nueva novela de la viguesa María Oruña, un híbrido entre el género policial, el de aventuras y la ficción histórica, se colocaba, además, como la más vendida

María Oruña, en el puerto deportivo de Vigo. / Miquel Olive
«Estoy muy sorprendida y muy contenta», reconoce la escritora María Oruña (Vigo, 1976), colaboradora de FARO, por la acogida de público y crítica de «El albatros negro» (Plaza & Janés). Con dos tramas temporales, esta novela invita al lector a surcar el Vigo del siglo XIX de la mano del subinspector Pietro Rivas y la inspectora de Patrimonio Nagore Freire, y el del XVIII a través de la historia de Miranda de Quiroga. Análisis de ADN, cazadores de tesoros, persecuciones en medio de la ría, asaltos piratas, monjes corsarios, batallas navales, secretos celosamente guardados, amor y lealtad se entrelazan a lo largo de sus 600 páginas. Oruña estará este viernes, 4 de abril, firmando ejemplares en El Corte Inglés de Vigo (18.30 h.); y el 5, la presentará en la Librería Nobel de Ourense (12.00 h.).
-Esta es su primera novela ambientada en su ciudad. ¿También la más ambiciosa?
-La verdad es que me ha encantado investigar Vigo, porque, incluso para mí, era desconocido en muchos aspectos históricos. Y no sé si es la más ambiciosa, pero, probablemente, sí la más arriesgada, porque tiene una novela de aventuras en el S. XXI con guiños a los escritores del género de finales del XIX y comienzos del XX; una novela detectivesca; una novela histórica; datos científicos… Es un híbrido que podría haber salido muy mal, pero el feedback de los lectores está siendo fantástico. Quería escribir una historia disfrutona, que sin perjuicio de que tenga más capas y que intente promover el debate sobre los temas que se plantean, fuera una novela de aventuras. Mi idea era que los lectores se volvieran un poco niños y jugasen a buscar un tesoro.
-¿Por qué un tesoro para escribir una novela?
-Porque quería algo emocionante para los lectores y que también fuera un reto para mí. No tenía claro que pudiera ser en Vigo porque, como todo vigués, sabía lo de los galeones de Rande, pero también que ahí no queda nada después de siglos de expolio. Y cuando, mirando en archivos, descubro este otro galeón, me puse en marcha.
-¿Necesita estos retos?
Sí, porque si yo me aburro, el lector se va a aburrir también. Lo que escriba tiene que ser algo que me sorprenda y que quiera saber qué dirá el lector tras este giro. Tiene que haber emoción para que el lector también se emocione.
-¿Qué ha sido lo más complicado a la hora de documentarse?
-Lo más complicado ha sido la forma de hablar de los personajes en el S.XVIII y poder documentar realmente cómo vivían en esa época. Contacté con el archivo municipal en Vigo, pero no se podía acceder por unas inundaciones. Conseguí que me pasasen material por correo electrónico. Todo era dificultoso. Me sorprendieron muchas cosas. Conseguí muchos planos y veía escrito: «campos de secado», «campos de secado» y yo me preguntaba qué rayos era eso y veía cruces, y resulta que eran para secar pulpo y pescado. Había muchísimos campos para ello. Claro, ¡no tenían neveras! Pero una vez que conseguí coger el tono y meterme en la ambientación, empecé rápido a escribir.
«Mi idea con esta novela era que los lectores se volvieran un poco niños y jugasen a buscar un tesoro»
-El expolio es uno de los temas que surcan la novela, al igual que los piratas...
-Para mí, fue una sorpresa saber que Vigo había sido puerto corsario. Tenemos la imagen de «Piratas del Caribe», pero aquí también hubo invasiones piratas constantes. Sin contar con un ejército sólido y sin unas infraestructuras buenas, los vigueses se las tenían que ingeniar para defenderse. Me parecía que era justo rescatar la memoria de toda esta gente tan valiente.
-La protagonista de la trama histórica, Miranda de Quiroga, está inspirada en Maria Sibylla Merian (Alemania, 1647-1717), considerada una de las primeras entomólogas de la historia. ¿Cómo llega a ella?
-Quería saber qué problemas tenían en la época, qué medicinas usaban, etcétera, y uno de los libros que consulté, «El siglo maldito. Clima, guerras y catástrofes en el siglo XVII», en un párrafo muy pequeñito se nombraba a Maria Sibylla Merian por unas plantas de las que ella tuvo conocimiento y que empleaban las esclavas de Surinam para abortar porque no querían que sus hijos fuesen esclavos. Entonces, comencé a investigar. Si Miranda no llega a estar inspirada en una persona real parecería alguien anacrónico en la novela, demasiado decidida para la época en la que vivió. También me pareció interesante introducir, aunque no fuera gallego, a Pedro Fernández de Bobadilla, un sacerdote que se hizo corsario y en quien me he inspirado para el personaje de Gonzalo de la Serna; y a Pedro Menéndez de Avilés, que participó en el rescate de un cortejo nupcial en la Ría de Vigo y en quien está inspirado Rodrigo Rivera, el hidalgo misterioso.
-Hay mucho material para novelar.
-Solo estos tres personajes ya daban para una novela independiente cada uno. Yo no hago en este caso novela histórica ficcionada; me inspiro en ellos de forma descarada, sobre todo en el caso de Miranda y como un camino para hacerles un guiño, un homenaje y rescatarlos un poco del olvido. Los lectores demandan más novelas con Pietro y Nagore, pero también quieren una novela con el monje corsario.
«No codicio estar en el número uno, sino que la historia perdure y siga objeto de codiciada lectura durante muchos meses e incluso años»
-¿Y se lo plantea?
Ahora estoy con otro proyecto, pero todo es considerable.
-¿Ambientado también en Galicia?
-No puedo decir nada. Secreto de escritor.
-«El albatros negro» ha sido número uno en ventas. ¿Siente vértigo de cara al próximo libro?
-No. Esto es como todo: una semana es número uno y la siguiente es otro, y está genial porque es sintomático de cómo funciona el libro y recompensa el enormísimo esfuerzo que supone escribir, pero lo que verdaderamente codicio no es ese número uno, sino que la historia perdure y que siga objeto de codiciada lectura durante muchos meses e incluso años. Además, que funcione mi trabajo me permite seguir escribiendo y seguir viviendo del oficio.
-¿Es de los escritores que disfruta con los villanos?
-Los villanos tienen su puntito. Los buenos villanos nunca son malos todo el tiempo; si no serían caricaturas. Y del mismo modo, los buenos no son santos todo el rato. Pero sí, a mí me gusta escribir escenas con villanos por la forma en que justifican siempre todas sus villanías, valga la redundancia. Yo acostumbro a leer muchos informes policiales y entrevistas a gente que está o ha estado en la cárcel y es supercurioso cómo siempre hay algún tipo de justificación que matiza o suaviza sus actos, y me gusta ver por cómo giramos la tortilla a veces, según nos conviene.
«Me gusta escribir escenas con villanos por la forma en que justifican siempre todos sus actos»
-Estos días se ha hablado mucho de «El odio», libro que recoge el testimonio de José Bretón. ¿Usted escribiría su relato?
-Personalmente, no habría sacado un libro así en tanto en cuanto sabes que vas a perjudicar a un tercero, en este caso, la familia de los niños. Creo que, al igual que pasa con la IA, sufrimos un vacío legal. Creo en la libertad literaria absoluta, y que la cancelación y la censura son muy peligrosas, pero también creo en los límites. Al igual que tenemos límites de velocidad en la carretera, y los entendemos como necesarios aunque nos fastidie ir a 120 en una recta larga, creo que tiene que haber límites y saber qué es literatura y qué no lo es, y por qué se dan nombres y apellidos en este libro y por qué no se ocultaron. Hay una finalidad en todo esto. Si fuera un ensayo psiquiátrico en el que se ocultan nombres y lo único que quieres es entender, solventar, prevenir..., pero, tal y como se ha planteado el libro, corres el peligro de contar más con el morbo que con la finalidad de entender el mal.
-Después de diez libros supongo que habrá superado el síndrome de la impostora del que hablaba cuando comenzó a publicar sus primeras novelas.
-Sí, en el sentido de que ya no me da vergüenza decir que soy escritora en comparación con otros escritores, pero tengo la sensación de que necesito mejorar todo el tiempo, aprender más, pulir técnicas, y siempre estoy buscando historias. Pero no, ya no tengo el síndrome de la impostora, pero porque también sé el trabajo que me lleva escribir una novela y lo que me cuesta estar aquí.
-Es, además, un recorrido bastante detallado tanto por el Vigo de hoy que por el del Vigo XVIII.
-A mí me costó constantar, de forma segura y fidedigna, que los edificios y emplazamientos que yo citaba existiesen entonces y ahora. Por ejemplo, la casa de Miranda, que ahora es la pinacoteca; el palacio de la Oliva, a pesar de que desde entonces ha sido muy modificado. Quería que esos emplazamientos que citaba en la voz histórica estuviesen todavía para que los vigueses y también los lectores curiosos de otros lugares pudiesen curiosear y ver. Hay otros muchos edificios en Vigo que yo no he conseguido saber de qué antigüedad, aunque sospecho que podrían ser de la época. Por supuesto, también quería sacar el Berbés porque me parecía lo mínimo, esa zona de Poboadores, la zona alta del Casco Vello y zonas que antes no pertenecían a Vigo, como Bouzas y su iglesia, que estaba entonces y sigue estando. Me parecía genial ese cambio de perspectiva de una escena que tuviese lugar en esa iglesia y que pasasen 300 años y que alguien pudiese seguir manteniendo una conversación a la sombra de ese mismo campanario. Y, por supuesto, las Cíes, llamadas entonces islas de Bayona.
-¿Cree que, como ocurrió con los anillos de los obispos de San Estevo que protagonizaron su novela «El bosque de los cuatro vientos», se encontrará ese tesoro hundido en la ría de Vigo tras la batalla de Rande?
-Pues ojalá. Yo creo que está muy localizado. Todos los datos históricos que se cuentan en la novela, incluso cuando se dice que el fiscal en Vigo tuvo que tomar medidas porque se aproximaban barcos a la zona, son cierto. Lo que hizo la Armada prospectando la zona, también, aunque en la vida real lo promovió un contable, igual que el personaje de la novela, pero en este caso de Lugo. La vida real supera mucho la ficción. ¿Qué ocurre? Que al ser patrimonio subacuático, la cosa se nos complica bastante. No es tan fácil, entre comillas, como buscar en un bosque o en unas ruinas.
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