Ledicia Costas: “El humor es el principal motor de la literatura infantil”

La escritora compartió las claves para crear atmósferas y espacios que animen a los niños y niñas a escribir y “disparar” lo que llevan dentro con la diversión como mantra

Ledicia Costas, durante su taller

Ledicia Costas, durante su taller / José Lores

M. B.

Vigo

Decir Ledicia Costas es sinónimo de éxito. Y ayer quedó claro una vez más durante la celebración del obradoiro “Palabrario”, en el que docentes y familias volvieron a la infancia por un día de la mano de una de nuestras escritoras más queridas y traducidas.

El objetivo era pasar un rato divertido mientras aprendían a crear atmósferas y espacios adecuados en los que los y las peques puedan dejar volar su imaginación al tiempo que se despierta en ellos, a partir del juego, el gusanillo de la creatividad y la creación literaria, “una herramienta estupenda para abrir sus cabecitas”.

“Yo siempre dije que no quería ser profe por nada del mundo y al final dios me castigó y no salgo de los coles”, hizo reír Costas a los asistentes en un taller celebrado en gallego y en el que habló de la literatura infantil como su “territorio natural”, formato que le ha llevado a querer entender a los niños y también y sobre todo a ellos: los profesores.

“Sé que es un trabajo muy exigente, que hay mucha burocracia... Voy viendo las caras que se os ponen a medida que avanza el curso: todos los memes que luego veo por ahí en Twitter y en Instagram se quedan cortos”, volvieron las risas a la sala del Mar de Vigo, en la que había profesoras de Infantil, Primaria, PT, AL e incluso ESO, así como familias. Todos parecían tener algo común: su agradecimiento por lo que habían hecho los libros de Ledicia por ellas, sus hijos o su alumnado.

Ledicia Costas, durante su exposición

Ledicia Costas, durante su exposición / José Lores

“Crear un clima adecuado para escribir, para crear, y no solo en las aulas, también en las casas puede dar lugar a momentos muy tiernos”, retomó Costas, que volvió a sus años de niña y adolescente para recordar cómo le encantaba jugar a ser escritora, periodista, editora... Además, añadió, “ayuda a que los niños y niñas disparen esas habilidades que llevan dentro, pero que a lo mejor no saben muy bien cómo sacar”.

La diversión como mantra

Así y entre los indispensables para crear un ambiente que invite a la creación literaria, están el agua, la música, el silencio entendido como recogimiento... Entre los elementos para inspirarles, por su parte, la escritora lo tuvo claro: “El mantra tiene que ser la diversión, el mantra es que escribir puede ser divertido porque el humor es el motor que mueve, quizás no toda, pero prácticamente toda la literatura infantil”.

En este sentido, quiso compartir con los asistentes “herramientas para crear historias de forma divertida” en clase o en casa como el juego de cartas Porquelandia (Editorial Triqueta Verde), que está a punto de lanzar este mes de octubre.

Diseñadas por el escritor e ilustrador Iván R., las cartas crean preguntas absurdas combinando personajes y situaciones al azar para buscar respuestas ágiles. ¿El resultado? Situaciones delirantes que lograron que los propios profesores se partiesen de risa y se lanzasen, casi sin darse cuenta, a dejar libre su imaginación e inventiva.

Otro de los recursos que también triunfó en el taller fueron los Cuadernitos de escritura divertida de O Hematocrítico, que acaban de salir publicados en gallego, y que retan a los chavales a imaginar el restaurante más asqueroso del mundo, la peor película de su vida, un amigo robot, una entrevista a un piojo o, incluso, un examen en el que estén obligados a sacar un cero.

Hubo, durante el taller, también tiempo para compartir preocupaciones como la ruptura con la lectura que, en muchas ocasiones, llega durante la adolescencia: “¿A vosotros no os pasó? Porque a mí sí, con las hormonas, con los estímulos, pero luego vuelven. Yo no me preocuparía demasiado, porque quien es lector al final lo es toda la vida”, respondió la autora, dejando una frase perfecta para poner el broche de oro a esta crónica.

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