Opinión | Salud&Placer

Y comieron perdices…

@A2C_ILUSTRACIÓNS

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Como terapeuta de pareja, acompaño en procesos de duelo por separación. Es una etapa de la vida que tiene mucho impacto en las personas, porque el cambio es grande e intenso; por suerte, ese proceso no suele durar mucho tiempo aunque, repito, es muy duro e inquietante para quien lo padece. Parte de ese dolor sobrevenido está provocado por esas expectativas mágicas que, a veces, nos formamos (desde la infancia) sobre el amor y las relaciones. Se comenta muchas veces la influencia que puedan tener los cuentos y, sobre todo, las pelis tradicionales de «Disney», así que vamos a desgranarlo porque esto tiene sentido.

La personalidad, el comportamiento y, en resumen, nuestro cerebro se «construye» a lo largo de nuestra vida: en los primeros años, con mayor velocidad, ponemos cimientos y estructura a lo que van a ser nuestras actitudes en la época adulta, y esa base también tiene cemento de lo que vemos en la TV o en los medios en general. En cuanto al contenido «Disney», recuerdo en mi infancia ver en repetidas ocasiones «Cenicienta», «Blancanieves y los 7 enanitos» y «La bella durmiente», y un poco más adelante, ya cuando se compraban cintas en VHS, «La bella y la bestia». Analicemos los perfiles de ellas y ellos:

Ellos: Los príncipes

El modelo de masculinidad de los hombres en Disney es bastante claro: fuerza, valentía, protección... su tarea principal es salvar a la chica. No profundizan demasiado en su personalidad y si lo hacen es con una visión hacia las mujeres muy negativa o de pasividad: en los 7 enanitos, Gruñón, cuando conoce a Blancanieves, suelta esta perla: «Es una mujer y todas son veneno», por no hablar del príncipe de la Bella Durmiente, cuyo mayor cometido en la película es dar un beso no consentido.

Ellas: Las princesas

Sensibles, vulnerables y sumisas, su objetivo es buscar la salvación y la felicidad a través del amor (heterosexual, por supuesto); su valía principal es que son guapas: fijaos en las cinturitas que tienen; ahí la diversidad de los cuerpos es nula: si presentan a una mujer que no tenga una XS por talla, (ejemplo, las hermanastras de Cenicienta) es para argumentar que son malas o tontas, para ridiculizarlas o todo junto. Blancanieves, además, limpia y se ocupa de las tareas domésticas sin rechistar, con una sonrisa, cantando y bailando, no se ve ni una traza de inquietud intelectual, fuerza o iniciativa por parte de las princesas de los años 50. En los 90, aparece un personaje un pelín diferente: Bella, una chica a la que le encanta leer, libre, independiente, curiosa y no se quiere casar con Gastón, el guapo, fuerte y narcisista del pueblo. Parece que todo va a ir bien hasta que no sabemos si por el puro «Síndrome de Estocolmo» (relación de dependencia con su secuestrador; sí , sí, acordaos que la Bestia secuestra a Bella) o porque se «rinde» al verdadero amor, porque ella es tan maja y compasiva que por fin encuentra su premio: ¡Oh, sorpresa!: «Un príncipe».

Hasta los 90, muy pocos cambios, ¿qué ha pasado a partir de ahí? ¿Un poco de esperanza? Os lo cuento el próximo día y, mientras tanto, nos leemos en www.saludplacer.com

¡Hasta pronto, placeres!

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