Entre el humor, la filosofía urbana... y el vandalismo

Pontevedra, especialmente el casco viejo, reúne numerosas pintadas con frases reivindicativas o en tono de broma

Pontevedra

Desde que a un genio se le ocurrió tunear una pintada que ponía “viva Franco” añadiéndole “Batiatto”, hasta el famosísimo “Emosido engañado”, las paredes de los edificios y otros espacios públicos han servido como lienzo no solo para el arte callejero, sino también para el humor y la filosofía urbana, aunque muchas veces se traspasa la línea que separa la broma del vandalismo.

Pontevedra no es ajena a este tipo de intervenciones en la vía pública, con numerosos ejemplos de frases inscritas en muros, especialmente del casco viejo. Las hay reivindicativas, con mensajes en favor de la igualdad, con lemas feministas o defendiendo los distintos tipos de familias que pueden existir hoy en día, y también hay las que simplemente alimentan el ego de su autor, como las decenas de calaveras que invadieron la ciudad, y que incluso llegaron a Poio, como firma de O Neno do Demo. Pero son solo las más ingeniosas las que permanecen en el imaginario colectivo.

En la Boa Vila hay algunas que son perfectamente conocidas por todos, como la que está en el cruce de las cinco calles, frente a la casa en la que una placa recuerda que “Aquí vivió Valle Inclán”, donde alguien escribió “Aquí vivió el vecino de Valle Inclán”. Parece hecha con una plantilla por la perfección de las letras y, con la misma rapidez que de vez en cuando se borra, vuelve a aparecer la frase recalcada.

También en tono de humor, aunque quizá de una forma menos cuidada y artística, a alguien se le ocurrió tunear las letras que identifican la Facultade de Belas Artes en su fachada tachando de forma burda la palabra “Belas” y escribiendo debajo “malas artes”. Quizá menos gracia le hizo al dueño de una tienda en la calle Marqués de Riestra que, tras tapar totalmente las cristaleras con un vinilo rojo, se encontró un día con varias pintadas y firmas, entre ellas una que pone “no tocar, recién pintado”.

En la pared blanca de un edificio que está en el aparcamiento del antiguo Budo alguien decidió dejar por escrito, con letras bien grandes para que no quede la más mínima duda, una oda a las duchas y al ahorro de agua con un enorme “no me baño”.

De histórica se podría calificar una pintada que había en la calle Isabel II hasta hace, al menos, una década en la que se podía leer, en grandes letras negras sobre fondo amarillo, “se venden niños transgénicos, envasados y al natural, por un futuro sin humanidad. Gratis”. Años después, se pintó la pared y se realizó un grafiti que la cubrió casi por completo, con un dibujo que simula un enorme bol con lo que parecen gusanos o fideos, pero alguien recuperó la tradicional pintada escribiendo en una pequeña caja eléctrica “aún se venden niños gratis”.

De valiente se podría calificar a quien un día decidió escribir en una fachada de la calle Cruz Gallástegui, al lado de la entrada trasera de la comisaría de la Policía Nacional, “tortilla de patatas”. Se desconoce su objetivo, pero para esta persona debió ser muy importante dejarlo por escrito, ya que no le importó ser grabada por las cámaras de seguridad cometiendo este acto vandálico.

Y es que este tipo de actos contra el patrimonio público y privado, aunque puedan parecer una simple travesura, están penados con multas de entre 100 y 6.000 euros, según la Lei do Solo de Galicia, que eleva la cifra hasta los 150.000 euros en caso de que la agresión se produzca a un patrimonio catalogado BIC. La diferencia entre los supuestos leves y los graves radica en la reincidencia de los actos y en que estos provoquen daños irreparables, entendiendo por esto último que exijan la sustitución del elemento afectado. En todo caso, para atribuir a una persona un grafiti o pintada en un lugar no cedido es imprescindible que este sea pillado “in fraganti”.

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