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Industria pesquera, un ecosistema que preservar

Uno de los nuevos buques de Iberconsa en Argentina. / Ric Sastre
La industria gallega de elaborados de productos del mar es la responsable de que, incluso en el campo de batalla ultracompetitivo en el que se ha convertido la economía global, las empresas opten por dar valor añadido a la materia prima en Vigo o Vilagarcía y no en Paita o Dakhla. Es aquí donde la merluza de Namibia, el gambón argentino o el pulpo de Mauritania pasan de commodities —el material en su concepción más básica— a productos de rentabilidad, con la consiguiente generación de empleo e inversiones en factorías realizadas por grupos como Iberconsa, Wofco, Profand, Jealsa, Calvo, Orbe o Pereira.
Hay dos elementos singularísimos que caracterizan a este sector. El primero, que se trata de un ecosistema principalmente de carácter familiar, con grupos que se remontan, como en el caso de Vieirasa, a hace más de un siglo, pero también con ejemplos de décadas de trayectoria como Pescapuerta, Copemar, Gandón o Pesquerías Nores. Con la irrupción de actores nuevos que preservan esta esencia que los enraíza a Galicia, de la dimensión de las mencionadas Profand o Wofco, pero también de Lanzal o Cabomar. El segundo elemento es que estas empresas convierten a la comunidad en la máxima exponente de la elaboración de productos pesqueros de todo el continente. En ningún otro territorio de la Unión Europea —habría que buscar semejanzas, si acaso, en China— hay una densidad semejante de industrias pesqueras de primer nivel en tan pocos kilómetros cuadrados.
El sector está en ebullición, en un proceso de transformación que persigue la verticalización de procesos para controlarlos desde su origen hasta el consumidor final. Es una estrategia de futuro que no solo evidencia el esfuerzo por construir unas bases de continuidad a largo plazo, sino también su capacidad de competir en un entorno hostil, en una dura batalla contra adversarios que, en muchos casos, juegan con las cartas marcadas por una indudable laxitud normativa y con la connivencia de la Administración europea.
Esta verticalización es la que está detrás de enormes proyectos como la irrupción de Pescapuerta en la acuicultura (Perú), la apuesta de Jealsa por la antigua planta de Atunlo en Mindelo (Cabo Verde) o los contratos para la construcción de pesqueros de última generación, confiados siempre a la industria de Vigo y Marín. Una rueda de confianza que no solo debe preservarse sino alentarse desde las administraciones públicas en su condición de garantes de la política industrial y laboral. Y en la que también deben mantenerse proactivas las entidades financieras, sobre todo cuando vuelven a soplar vientos de concentración de entidades, un fenómeno que, como enseña la experiencia, suele tener un primer damnificado: el flujo de crédito. Porque la industria pesquera ha dado sobradas muestras de fiabilidad a lo largo de su historia, por mediáticos que hayan sido (y sean) distintos casos de insolvencia, como para que tengan la tentación de replegarse y cerrar el grifo. No es posible crecer sin respaldo bancario. Tampoco son factibles sin la banca los procesos de consolidación, también en marcha, para ganar tamaño y ganar esa capacidad de inversión que requerirán todos los actores a corto, medio y largo plazo.
«La inmensa mayoría de las empresas están haciendo su trabajo, con objetivos de diferente naturaleza. Galicia puede sentirse orgullosa de contar con un ecosistema empresarial único»
Grupo Profand es, ahora, líder virtual del sector por volumen de ventas. Es un ejemplo paradigmático de esta estrategia sectorial, con capacidad propia de obtención de materia prima desde el origen —acaba de irrumpir en la cría de langostino en Ecuador—hasta los lineales de los supermercados. Con operaciones de crecimiento orgánico e inorgánico, plenamente compatibles, y generando el pulmón financiero que le ha permitido, por ejemplo, recomprar por 127 millones de euros la participación que había cedido, en 2021, a Corporación Financiera Alba. El encargo al astillero Nodosa, de Marín, del pesquero de mayor presupuesto del sector —en torno a 40 millones de euros—para operar en Argentina refrenda su carácter global, pero anclado al origen y comprometido con el desarrollo de la industria en Galicia.
Aun con un objetivo común, preservan estas empresas una sana y envidiable heterogeneidad que alimentan de igual modo la capacidad de resiliencia. Porque no están todas en el mismo punto del camino, que tampoco es necesario, aunque sí comparten la necesidad de la igualdad de oportunidades, de la estabilidad política y la certidumbre legislativa. En esas distintas etapas de evolución nos encontramos con Nueva Pescanova, en la senda hacia el resultado positivo para este 2025 con un esperado crecimiento del Ebitda superior al 50%. Superado lo peor de la tormenta, la multinacional necesitará reforzar su capacidad productiva para blindar la rentabilidad, y el respaldo de Abanca seguirá siendo indispensable. A Iberconsa, que protagonizó la primera gran operación de entrada de fondos de inversión (private equity) en la industria; su propietaria actual, la norteamericana Platinum, prepara ya su salida ordenada cuando se van a cumplir seis años de su adquisición. A Pescapuerta, Pereira y Copemar, cuyas joint venture malvinas estrenan estos días arrastreros de última generación, todos construidos en Galicia a razón de más de 30 millones de euros por unidad y diseñadas para mejorar navegabilidad, consumos y condiciones de vida a bordo. A Wofco, que ha demostrado un excelente saber hacer pese a su cortísima trayectoria (fue constituida en 2016) y que ha permitido amortiguar, casi al completo, el golpe de la pérdida de Grupo Fandicosta. O a Atunlo, por supuesto, en una agónica negociación para lograr adhesiones suficientes a su propuesta de convenio; si lo consigue, que logre cumplir los ambiciosos objetivos que se ha marcado en su plan de negocio será vital no solo para la propia pesquera —incurriría en causa de liquidación—, sino para la imagen del sector en su conjunto.
La inmensa mayoría de las empresas está haciendo su trabajo, si bien a diferentes velocidades y con objetivos de diferente naturaleza. Galicia puede sentirse orgullosa de contar con un ecosistema empresarial único, estratégico y de futuro. Un ecosistema que debemos preservar.
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