Si hay un código narrativo prevalente en las series importantes de retorno este mes de abril, es el de la persistente distopía, o el dibujo de futuros inciertos en los que lidiamos con epidemias devastadoras, fenómenos climáticos extremos, gobiernos totalitarios o tecnologías que nos roban trabajos y salud mental. ¿Hemos dicho futuros? Con cada nueva entrega, 'El cuento de la criada' (Max, 8 de abril; será ya la última), 'Black mirror' (Netflix, 10 de abril) y 'The last of us' (Max, 14 de abril) solo dan un paso más hacia el docudrama. ¿Por qué nos gusta viajar a mundos distópicos, incluso cuando ya vivimos en uno de ellos? "Creo que hay un componente morboso en el hecho de imaginar sociedades futuras que alimenten nuestros peores presagios y, al tiempo, reconfortarnos en el hecho de que, realmente, no estamos tan mal. O no al menos todavía", opina el crítico cultural David Saavedra ('El País'). Pero cada vez estamos alcanzando más rápido las peores profecías. Para algunos, la distopía no supone tanto disuasión como iluminación. "Muchos personajes de ficción están sirviendo de inspiración a los personajes reales", apunta Saavedra. "En el de [la política irreverente] Vivienne Rook, interpretada por Emma Thompson en 'Years & years', veo a muchos de los actuales líderes populistas de extrema derecha, empezando por Isabel Díaz Ayuso". En sus inicios, en la primavera de 2017, 'El cuento de la criada' fue leída por muchos como una versión llevada al límite de la guerra trumpista contra las mujeres, del intento del nuevo Gobierno por cercenar sus libertades sexuales y reproductivas. Su sexta y última temporada no llega en un momento mucho mejor, con Trump de nuevo en la Casa Blanca y el anunciado cierre de la emblemática clínica de Planned Parenthood en Manhattan –en principio, por problemas económicos– como símbolo del momento. 'Black mirror', genial creación de Charlie Brooker, es ante todo una colección de parábolas capaces de hacernos repensar nuestra dependencia de la tecnología. Paradójicamente, casi parece también una fuente de inspiración. En 2018, China se animó a llevar a la práctica un sistema de crédito social sobre el que venía teorizando desde hace décadas y que no era tan diferente del visto en 'Caída en picado'. Un año después, Samsung patentaba unas lentillas capaces de grabar vídeo, algo que facilitaría el eterno e inquietante retorno al pasado de 'Toda tu historia'. Su visión de los videojuegos ha basculado entre el positivismo sexual de 'Striking Vipers' y la agonía existencial de 'Playtest', en el que una tecnología de realidad aumentada asustaba al protagonista con sus propios recuerdos. "No entiendo muy bien que se ponga tantas veces la mira en el peligro de la inmersión", dice el periodista especializado en videojuegos Diego Rubio ('Rockdelux'). "Hoy en día, los videojuegos se miden en función de su poder de inmersión. El bucle de vídeos pasivo que domina TikTok me parece mucho más peligroso. Un videojuego puede aislarte del mundo real, pero siempre va a requerir algo de acción por tu parte, y que tu cerebro genere información, no solo que la reciba". Más de un fan del videojuego 'The last of us 2', en el que se basa la nueva temporada de la adaptación televisiva, ansía una versión oficial en realidad virtual. Es decir, no solo queremos acercarnos a mundos distópicos, sino también habitarlos en la medida de lo posible. En su recién publicado ensayo 'El mejor de los mundos imposibles' (Anagrama), el polifacético escritor Gabriel Ventura explora el fenómeno del 'reality shifting': una práctica popularizada durante la pandemia que consiste en desplazar tu conciencia a realidades alternativas o 'reinos' a través de diversas técnicas, entre ellas la meditación y la visualización; oportunidad para congeniar con personajes y entornos favoritos, entre ellos, por ejemplo, el posapocalipsis de 'TLOU', provocado por el mismo hongo, el Cordyceps, que convierte en zombis a las hormigas. ¿Cómo explicaría Ventura que la gente busque vivir dentro de una versión exagerada de lo que ya vivimos y sufrimos durante la pandemia del covid-19? "¿Por qué el príncipe Hamlet decide orquestar una obra de teatro que recree la muerte de su padre?", nos contesta. "Para entender lo que pasó, para descubrir la verdad. O más que para descubrirla, para articularla. Supongo que necesitamos volver a aquel momento de incertidumbre para poder darle un nombre, para volver a experimentar aquel dolor, pero esta vez mediante la ficción. Hamlet intentó esclarecer su situación a través del teatro, y ahora otros lo quieren hacer mediante la realidad virtual. Los medios y la puesta en escena son distintos, pero el deseo es el mismo: repetir la catástrofe para entenderla". Esta fuga en masa de la realidad puede parecer un acto de renuncia al mundo, o "un fracaso colectivo, una ola irreversible de melancolía", como nos apunta Ventura. Pero el poeta de Granollers piensa que tras las promesas de evasión "se puede intuir el mismo afán de rebelión de los personajes de Philip K. Dick, una voluntad de transformar la sociedad en un lugar mejor, aunque parezca imposible y, en última instancia, lo sea". Es decir, igual estamos consumiendo ficciones distópicas a modo de entrenamiento, en el intento de prepararnos para lo (aún) peor e intentar, aunque sea en vano, salir victoriosos.