El lino gallego que preserva los tesoros de los museos

Durante casi tres siglos, Galicia fue una potencia linera que exportó lienzos al resto de España. Los pintores de Castilla y Madrid, incluso los de la corte, tenían en alta estima estos tejidos por su durabilidad y resistencia. Hoy, sustentan y protegen los tesoros de nuestro patrimonio pictórico expuestos en museos e iglesias.

La experta Andrea Fernández Arcos, en la Escola de Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturais de Galicia, en Pontevedra.

La experta Andrea Fernández Arcos, en la Escola de Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturais de Galicia, en Pontevedra. / Cedida

Sandra Penelas

Sandra Penelas

En uno de esos ejercicios de justicia poética que la historia brinda en ocasiones, el lino cultivado e hilado por las campesinas gallegas cuelga hoy de grandes museos como el Prado. Gracias a la altísima calidad de sus lienzos, una gran parte del patrimonio pictórico español ha podido permanecer hasta la actualidad. Andrea Fernández Arcos, conservadora restauradora especializada en pintura, añade una nueva capa de valor a una actividad artesanal que floreció en nuestra comunidad hasta convertirse en una de las bases de la economía y que se acabó abandonando tras la industrialización del proceso en el XIX.

Su investigación sobre el uso de estos lienzos en la pintura española constata que eran muy apreciados porque «tiñan moitísima calidade e resistencia, estaban moi ben construidos e eran moi versátiles», lo que generó un intenso comercio hacia Castilla y Madrid. «O traballo anónimo feito fundamentalmente por mulleres e dende a miseria, por pura subsistencia, está agora mesmo exposto nos museos e, dalgunha forma, permitindo que esas obras se conserven porque o tecido é a base», subraya Fernández Arcos, profesora de la Escola Superior de Conservación e Restauración de Bens Culturais de Galicia.

«A idea xorde precisamente da importancia da tradición lenceira en Galicia, que está moi estudada dende o punto de vista da economía, a historia ou a etnografía. O punto principal do meu traballo era estudar en que medida estes tecidos foron empregados polos pintores daquí e de fóra. Na miña especialidade, a investigación dos soportes sempre estivo un pouco máis agochada, como a súa propia situación nos cadros, e ese tamén foi o detonante», añade.

Recreación del proceso del lino en el Museo Etnográfico Casa do Patrón, en Doade.

Recreación del proceso del lino en el Museo Etnográfico Casa do Patrón, en Doade. / Bernabé/Bárbara Cuiña

El estudio, que constituye su tesis doctoral por la UVigo, estuvo dirigido por dos expertas de referencia: Laura Fuster, catedrática de la Politécnica de Valencia y presidenta de ENCoRE, la red europea de centros de formación superior; y Rocío Bruquetas, que ha trabajado como restauradora en el Museo de América y el Instituto de Patrimonio. Fernández Arcos la defendió esta misma semana ante un tribunal formado por expertos de la USC, la Politécnica de Valencia y el Museo del Prado.

Su trabajo arranca en el siglo XVI, cuando se generaliza el uso de lienzos, y la documentación histórica revela que ya desde el XVII los manufacturados en Galicia eran muy apreciados en Castilla, habiendo constancia escrita de su procedencia exacta –A Coruña, Santiago, Lourenzá o Viveiro–.

«Eran lenzos con denominación de orixe. Un tratadista que foi pintor da corte recomenda nun manual de principios do XVIII que para as obras dunha vara ou menos, é dicir, de 84 centímetros para abaixo, se usasen lenzos de Santiago ou A Coruña», comenta.

Precisamente, en la ciudad herculina se estableció a finales del XVII una Real Fábrica de Mantelería que llegó a contar con 50o empleados y que, durante casi un siglo, surtió de forma exclusiva a la corte de tejidos que competían incluso con los holandeses.

«Foi considerada a máis importante de España e admirada en Europa. E o importante disto é que cando os artistas querían facer obra de gran formato pintaban sobre mantel, para non ter que coser pezas e así evitar as costuras, onde normalmente cae a pintura. A hipótese é que seguramente houbo pintores que empregaron os manteis galegos, pero non hai ningunha documentación que o acredite. Tampouco atopei ningunha obra deste tipo en Galicia, pero si era moi habitual en Madrid, Toledo ou Andalucía», apunta.

Retrato de Luis I de Jean Ranc, obra del Prado que está en depósito en el Quiñones de León y que en su día restauró Andrea Fernández Arcos.

Retrato de Luis I de Jean Ranc, obra del Prado que está en depósito en el Quiñones de León y que en su día restauró Andrea Fernández Arcos. / Jesús de Arcos

Noventa obras analizadas

Además de recurrir a la documentación histórica y reconstruir todo el proceso de trabajo del lino, la experta analizó un total de 9o obras, todas sobre lienzos gallegos. La mayoría de ellas (83) las estudió a partir de los informes de intervención de la propia Escuela de Conservación e Restauración, «o que tamén dá valor ao traballo do noso alumnado, que pode ser o pilar de novas investigacións».

Además analizó de forma particular con el software Aracne del Prado una obra del pintor de la corte Antonio Palomino que pertenece al Museo Sierra Plambey de León. Y para obtener una visión global, inspeccionó personalmente obras de mayor formato del Museo Arqueológico de Ourense y tres monumentos de Semana Santa, pinturas efímeras que se realizaban para fechas específicas y se guardaban el resto del año.

Gracias a todo este trabajo, pudo determinar que los artistas usaban lienzo ordinario para las obras pequeñas y, en el caso de los grandes formatos, estopa o estopilla, que son de menor calidad y, por tanto, más baratas.

Su investigación también reveló que en Galicia se usaba una variante particular para los tejidos. «O cultivo do liño mourisco parece unha cousa moi particular daquí, polo que isto sería unha posible liña de investigación futura para poder identificar os lenzos galegos», plantea Fernández. Su acto de defensa este jueves tampoco estuvo exento de poesía. Coincidió con el día de siembra recomendado por el refranero: «Por San Francisco, bota o liño mourisco».

Monumento de Semana Santa en Santa María de Beade, en Ourense.

Monumento de Semana Santa en Santa María de Beade, en Ourense. / Andrea Fdez Arcos

Palomino, Ranc y otros pintores de la corte que preferían los lienzos gallegos

Los lienzos gallegos eran, en general, muy codiciados. Además de los «admirados» manteles de la Real Fábrica de A Coruña, el lino común de Santiago, Mondoñedo, Lourenzá, Viveiro y la propia ciudad herculina era «especialmente valorado» por los pintores. «E hai documentación de que a estopilla do Carballiño era moi boa tamén», añade.

Los artistas de la corte no eran ajenos a esta excelencia: «Antonio Palomino e Jean Ranc usábanos con total seguridade. E no XVIII, outro artista que foi un dos primeiros restauradores da corte prefería lenzos da Coruña para forrar as pinturas delicadas cando a tea se estropeaba pola súa gran calidade».

Fernández Arcos espera que su tesis sea de interés para cualquier persona con curiosidad y de utilidad para quienes se dedican a la conservación: «Unha das preguntas que xorden cando te enfrontas a unha obra nova é de onde veñen os materiais».

A raíz de este trabajo doctoral, descubrió tres monumentos de Semana Santa en Beade, Leiro y Salvaterra sobre los que ahora trabaja: «Temos a responsabilidade de conservalos e buscar solucións compatibles co seu uso».

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