El criminólogo vigués Alberto Caballero ha desarrollado un programa informático para la prevención de ataques terroristas que calcula la probabilidad de que un sospechoso pase a la acción y además determina cuándo y dónde podría hacerlo. La herramienta, que tiene una eficacia teórica del 70%, también es útil para detectar células terroristas y funciona como una base de datos que se puede ir actualizando con nuevos individuos para que el sistema los ordene en función del riesgo de cometer un atentado. El trabajo ha sido dirigido por Samantha Newbery, experta en inteligencia y lucha antiterrorista de la universidad británica de Saldford, y constituye la tesis doctoral de Caballero, que la defenderá el próximo enero en la UVigo. «Las agencias de inteligencia y los cuerpos de seguridad, que serían el público objetivo, disponen de recursos limitados, tanto económicos como de tiempo, y tienen muchos sospechosos. Los servicios secretos de Francia, por ejemplo, manejan unos 4.000 sospechosos de yihadismo. La herramienta busca ayudarles a enfocar la lupa y hacer seguimientos a los que tienen un mayor riesgo de cometer un atentado», explica. Caballero analizó informaciones que las autoridades ya conocían de forma previa sobre 68 terroristas involucrados en 60 atentados de diferente tipología y cometidos en todos los países de Occidente entre 2010 y 2020. Un listado que incluye los ataques yihadistas de París en 2015 y de Barcelona dos años después y que, en total, se cobraron 781 víctimas mortales. A partir de los datos recabados, el experto obtuvo 34 indicadores diferentes –desde poner comentarios radicales en internet o tener un historial de delitos violentos a adquirir armas y finalmente conspirar– y que determinan si el riesgo de que el sospechoso atente es bajo, medio o alto, además de arrojar un porcentaje. El programa demostró su fiabilidad porque existe una correlación entre la probabilidad de atentar y el número de víctimas. De forma que los sospechosos que tenían una posibilidad de actuar por encima del 50% causaron el 70% de las muertes de los ataques analizados, es decir, 534 víctimas. La herramienta también es capaz de establecer el tiempo que tardará el sospechoso en actuar a partir de los indicadores. «Sabemos cuántos meses pasan de media desde que un sospechoso empieza a buscar contenido yihadista en internet, por ejemplo, hasta que se radicaliza y acaba cometiendo un atentado. Y esto ayuda a las agencias a decidir cuándo tienen que realizar los seguimientos», destaca. Y también es posible acercarse al lugar dónde tendrá lugar el ataque, porque el 70% de ellos tuvieron lugar a 10 kilómetros del indicador más reciente. «Sabemos que si un sospechoso compra armas en Lavacolla actuará en un área con esa distancia. La mayor parte de los atentados tienen lugar en grandes ciudades como el de Madrid en 2004, el de Moscú este año o el de las Torres Gemelas en Nueva York. Saber las coordenadas concretas ya es muchos más difícil, pero , al menos, conocer en qué ciudad de un país podría ocurrir el ataque ya es una ayuda », plantea. Otra de las ventajas del programa es que funciona como una base de datos y detecta la formación de grupos: «Tiene una herramienta para visualizar todas las conexiones entre los sospechosos y posibles células terroristas. Por ejemplo, respecto al atentado de París aparecen todas las conexiones directas e indirectas. Podría ser muy útil en ese aspecto, aunque no tanto en el caso de los cometidos por lobos solitarios». El sistema recomienda además un periodo de investigación de los individuos de un año repartido en dos fases: «La primera etapa sería de cuatro meses e implicaría la vigilancia de las telecomunicaciones. Si no se encuentra nada , se deja pasar un tiempo y después, durante 8 meses, se realizan seguimientos físicos en la calle para revisar el caso y comprobar si el sospechoso se está radicalizando o no. En muchos casos, la primera vez no se obtienen indicios y sí en la segunda. Sería como una segunda ronda para cerciorarse». «Estos tiempos en los que yo obtuve resultados coinciden con los que utiliza el FBI. Si no encuentran nada, cierran la investigación a los seis meses y si hallan indicios la prorrogan otros seis», añade. Una de las limitaciones del trabajo de Alberto Caballero es que solo tuvo acceso a fuentes abiertas, pero en todo caso su herramienta ha demostrado ser capaz de determinar la ciudad del atentado con un 70% de fiabilidad y detectar el riesgo de atentados durante la vigilancia en un 74%. «Las agencias de inteligencia manejan información a la que no puedo acceder, pero la eficacia de mi herramienta está basada en datos. Y podría ser muy útil en sus manos porque es probable que con más información y de mayor calidad funcione mejor. A posteriori es muy fácil atar cabos, pero antes de un atentado no resulta tan sencillo relacionar todas las informaciones que se tienen sobre los sospechosos. Puedes conseguir ahora un indicador del individuo, pero hasta dentro de un año no obtienes el siguiente. Y, en ocasiones, utilizan nombres distintos o seudónimos y no sabes si realmente es el mismo sujeto. Otras veces, la información viene de una agencia distinta y hay que compartirla. Surgen muchas dificultades durante todo el proceso», plantea. Recientemente, Alberto Caballero volvió a la Universidad de Santiago para presentar a los alumnos de 1º de Criminología los principales resultados de su trabajo. A pesar de nuestra historia reciente, España, añade, no cuenta con demasiados expertos en terrorismo en el mundo académico. «Los atentados terroristas tienen lugar por oleadas. Los primeros años del siglo XXI fueron muy agitados y luego hubo otro repunte a mediados de la década pasada. Ahora mismo, la situación está relativamente tranquila, pero es muy posible que en algún momento vuelva a ocurrir algo. Aunque sería muy difícil decir dónde. La posibilidad siempre es baja pero, por su ubicación geográfica, en España entra mucha gente», recuerda.