Perfil
Mario Vargas Llosa, el último genio del Boom
El novelista peruano-español se convirtió en el primer autor de lengua española en ingresar a la Academia de la Lengua de Francia

Vídeo: Agencia ATLAS | Foto: Europa Press
B.G.
Mario Vargas Llosa, fallecido hoy a la edad de 89 años, tenía 27 cuando encendió la primera chispa del ‘boom’ latinoamericano. Su obra era prometedora pero prácticamente desconocida. Llevaba bajo el brazo una breve y fructuosa carrera periodística y había ganado el premio ‘Leopoldo Alas’ por su libro de cuentos ‘Los jefes’ (1958). 60 años después, el autor peruano deja atrás una carrera literaria ininterrumpida, decorada de pies a cabeza e impregnada en la esencia de las letras universales.
En 1963, la censura franquista era latente. Nada se publicaba en España sin pasar por el bisturí del régimen. La desobediencia prometía graves sanciones. Pero toda prohibición es una oportunidad para quebrarla, y eso fue lo que hizo el Nobel peruano con su primera novela, ‘La ciudad y los perros’, que le valió el premio ‘Biblioteca Breve’ de Seix Barral y un gran arranque hacia el panteón literario. Entre tantas cosas, fue una crítica de matices trágicos e hilarantes contra el autoritarismo de los militares, que, en la trama, ejercen su mano dura sobre los alumnos del internado Leoncio Prado.
Puede ser leída como una obra de ficción, pero a la vuelta de cada página abunda la vida real. ‘La ciudad y los perros’ pone en relieve el multiculturalismo del Perú, la disciplina absurda de los militares, la propia infancia de Vargas Llosa, reflejada en uno de los personajes principales, Alberto, un joven poeta que rechaza el orden brusco que lo rodea, cuya única forma de protesta es recluirse a escribir en su cuaderno. También aparece expuesto el lado más vil del ser humano, disimulado bajo la inocencia de los niños.
Aquellas inquietudes impregnaron toda la obra del escritor. Los vericuetos, la incertidumbre y la criollada de la sociedad peruana son protagonistas en ‘Conversaciones en la catedral’, en ‘¿Quién mató a Palomino Molero?’, en ‘Pantaleón y las visitadoras’, que de manera cómica retrata una corrupción que parece un órgano vivo en las instituciones oficiales del Perú. La propia vida del autor se reproduce en ‘La tía Julia y el escribidor’, en ‘El pez en el agua’. La crítica al totalitarismo abunda en ‘La fiesta del chivo’, novela histórica en la que Vargas Llosa expuso la barbarie del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
Pero el Nobel no limitó la defensa de la democracia y de las libertades individuales a la pluma y el papel. A fines de los ochenta inició una carrera política que nunca abandonó (aunque no volvió a postularse a la presidencia, su palabra jamás pasó desapercibida en la política peruana), y en el 2002 creó la Fundación Internacional para la Libertad, dedicada a defender la libertad, la democracia y la prosperidad principalmente de los pueblos latinoamericanos.
Para calcular la magnitud del vacío que la muerte de Mario Vargas Llosa deja en el núcleo de las Letras, sobra mencionar que en 1994 fue galardonado con el premio Cervantes y en el 2010 con el Nobel. Con su partida, se extingue el último genio del ‘boom’ latinoamericano, aunque su influencia brillará siempre.
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