Meaño se llena de encaje con medio millar de «palilleiras»

Un total de 520 palilleiras crean bordados en el pabellón de Xil

Meaño

El pabellón de deportes de Xil congregó hoy a un total de 520 palilleiras que, apostadas en su puesto, trabajaban al unísono en sus respectivas creaciones: puntillas, chales, cuadros, cojines, abanicos, piezas de decoración... Palilleiras llegadas desde diversas partes de Galicia, con representación desplazada desde la localidad burgalesa de Miranda del Ebro, Zamora y la vallisoletana Medina del Campo. Juntas, convertían la muestra en un evento de socialización y convivencia. El arte de palillar entretiene, relaja y reconforta.

Una actividad que requiere su dosis de concentración, psicomotricidad y paciencia para abstraerse y evadirse mientras se afronta la labor creativa. Un arte que remonta su origen en siglo XVI, y que probablemente llegó a Galicia a través del Camino de Santiago de mano de mujeres flamencas esposas de soldados del Ejército de Flandes. Hoy se mantiene como artesanía en diversas partes de España, y Galicia es uno de esos nichos.

La recepción en el «III Encontro de Palilleiras Xil-Meaño», se iniciaba a partir de las 10 de la mañana. Organizada por un grupo de esta disciplina en Xil, al alimón con la asociación de vecinos, Concello e Inmobiliaria Hablamos, nada más llegar, se acompañaba a cada palilleira a su puesto, donde era recibida con un croissant, café con leche, fruta y un agua, lote de bienvenida que se le disponía para endulzar el momento.

Los palillos vuelven a sonar un año más en Meaño

Los palillos vuelven a sonar un año más en Meaño / Iñaki Abella

A la par, siete puestos habilitados en los laterales del pabellón ofrecían a palilleiras y curiosos la oportunidad de ojear y adquirir material necesario, o diseños para nuevas creaciones.

La meañesa Merchi Dadín, que regenta con su marido uno de ellos, explicaba que «para iniciarse se requiere almohadilla, un picado de puntillo (boceto en papel sobre el que trabajar), alfileres, separadores, hilo de seda, algodón o lino, y doce pares de bolillos para arrancar… Ello supone un coste de unos 70 euros y, a partir de ahí, soltarse para seguir creciendo en la labor».

Entre las llegadas del exterior, Estrella Álvarez y Ana Isabela Blanco, que cada año acuden a Xil desde Medina del Campo: «Aprovechamos la cita para hacer turismo -explica Estrella Álvarez- llegamos ayer con nuestros maridos. El mío, Juan José, también hace labor de bolillos, pero hoy lo que se dice ‘hace bolillos’ (risas) yéndose a tomar uno vinos, porque en Galicia aprovechamos para la buena gastronomía». 

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